En primer término, con excepción de Honduras, el índice de desarrollo humano en estos países es superior al nuestro, no por unos puntos, sino por mucho. Descontemos a los Estados Unidos que, aún lo recuerdo, hace varios años aún tenía un equipo endeble, pero viendo que el futbol genera gran capital y un mercado que ellos estaban desaprovechando, decidió invertir y hoy está en octavos de final. En el caso de Costa Rica y México, ambos tienen un IDH alto (62 y 61), mientras que el de Honduras (120) es medio. Guatemala está en el puesto 133 de 186 países.
En término de números, estos estándares podrían no significar gran cosa, al menos para la cada vez más reducida clase media y alta del país. Sin embargo, este índice indica que al menos dos de los tres indicadores básicos, la calidad de vida y el nivel educativo, están por debajo de lo deseado. En otras palabras, la mayoría de personas en nuestro país viven en un estado de pobreza, y muchas en la miseria: cuando nacen, la mayoría de niños no han tenido cuidados médicos especializados, lo que implica que muchos mueren. Los que sobreviven a los cinco años, en muchas ocasiones no tienen una alimentación adecuada y llegan a extremos de desnutrición. Ya se sabe que quien no come bien en esta primera etapa, no se desarrolla adecuadamente y, pase lo que pase después, esta situación no puede revertirse, salvo algunas excepciones que, al final, solo confirman la regla.
Ése es solo un aspecto, y muy importante, por cierto. La FIFA mandó a hacer pruebas de dopaje a los jugadores ticos porque desconfía de la capacidad física de los mismos (Centroamérica es una región conocida por su bajo IDH). Además de la discriminación, etc., que ello signifique, estos directivos se sorprendieron porque jugadores de esta región tengan la capacidad física requerida para soportar con entereza la velocidad de estos encuentros deportivos. ¿Qué niño desnutrido guatemalteco podrá alcanzar estos estándares y correr con la velocidad de un jugador promedio en esas ligas?
Otro aspecto importante que toca el IDH es la educación. Dejemos a un lado la académica, y concentrémonos en la materia de educación física en las escuelas públicas y privadas donde puedan encontrarse los “nuevos talentos” y propiciar las condiciones para que se entrenen, coman y vivan para rendir y, sobre todo, ser exitosos en el deporte. Cuando alguna individualidad destaca, si tiene suerte de ser “descubierto” o sus padres tienen los recursos económicos suficientes para financiarlo, puede entonces empezar con su carrera deportiva. Considero que ésta es la razón por la cual ahora contamos con algunos deportistas individuales que han logrado tener éxito.
Sin embargo, cuando la cuestión se trata de deportes colectivos, el problema se extiende porque entran en juego otros factores. Si para apoyar a un deportista individual se afrontan múltiples problemas (recordemos el caso de Erick Barrondo y su antiguo entrenador), éstos se multiplicarán exponencialmente por el número de participantes que conformen un equipo. Porque además de encontrar los talentos individuales, a la hora de organizarlos, entrenarlos, etc., en las federaciones se presentan las mismas situaciones que se dan en todas las instituciones nacionales: burocracia, corrupción, amiguismos, y esa serie de factores negativos que conocemos.
Pero supongamos que estos factores ya se han superado y los elementos involucrados funcionan bien. Falta el tema del entrenador (ya vimos, no es el mejor pagado necesariamente el más efectivo), los comentaristas que deberían mantener una actitud crítica y no amiguista ni conformista y, por supuesto, los aficionados, que deben empezar a exigir un espectáculo digno por su inversión y no sólo aceptar lo que les presentan los jugadores, los directivos y los medios. Y, final o inicialmente, no lo sé con exactitud, está la actitud de triunfo individual y colectivo, de orgullo nacional, de una sicología del éxito y la actitud de jugar para ganar y no sólo para meter un gol y lanzarse el resto del partido a mal defenderlo.
Cuando todo el sistema funcione, entonces, sólo entonces, probablemente la selección nacional de fútbol de Guatemala participará y hará un buen papel en un mundial. Pero, por lo visto, hay un gran camino qué recorrer.
Más de este autor