Visto el filme y leído los argumentos de autorizados críticos en cuanto su calidad cinematográfica, nos congratulamos por el nivel que ha alcanzado el cine guatemalteco. Rodrigo Estrada, el Director, ha colocado el listón en un lugar difícil de remontar a nivel centroamericano.
Siendo peor el miedo que la enfermedad, vale la pena reflexionar acerca de algunos pasajes que llaman a la búsqueda de razones. Entre ellos, como ya dije, el aval del Hospital Neuropsiquiátrico en cuanto que los audios son propiedad de dicho centro y, en una circunstancia sin precedentes, el hecho de que el Arzobispado haya abierto sus archivos para documentar el caso.
La autorización de la familia en cuanto filmar in vivo algunas escenas de la paciente no es pueril ni amarillista. Se trata de situaciones reales y su cometido según se entiende, es un mensaje de prevención.
En el primero de los contextos, a ojos no especializados en la materia, apunta el caso a una ausencia de diagnóstico y/o manejo de diagnósticos presuntivos; los medicamentos que se mencionan no pasan de ser tranquilizantes menores y antiepilépticos. Bien sabemos los médicos que las benzodiacepinas —entre otras indicaciones— son medicamentos de apoyo a los antipsicóticos aunque, en algún momento del entramado, se percibe que hubo un medicamento más cuyo nombre no fue mencionado.
En el segundo, —un exorcismo autorizado por la curia—, llama la atención que haya sido el mismo sacerdote contactado por la familia quien lo realizó. Usualmente es otro, experto en el tema y no va solo. A todas luces fue un exorcismo fallido con dos caudas mortales: La enferma y se deduce que el sacerdote también. Inusualmente, antes de exhibirse las escenas del conjuro se previene por parte del Arzobispado que las voces a escucharse son de la entidad maléfica y se sugiere encomendarse a San Miguel Arcángel.
Los papas León XIII y Juan Pablo II, con cien años de diferencia entre cada tiara, pero con un mismo enfoque teológico social adaptado a los tiempos de cada uno (y con los pies muy bien puestos sobre la tierra), insistieron hasta la saciedad en que San Miguel Arcángel es el gran defensor del pueblo de Dios contra el demonio. Y Juan Pablo II, en una alocución que fue ridiculizada por algunos sectores de la prensa italiana dijo en 1995: «El éxito del mal en el siglo XX es hacernos creer que no existe». Es interesante el hecho de que, los papas de las grandes encíclicas sociales, hayan pontificado acerca del bien y el mal tal como lo percibieron los productores del cine de terror.
Un amigo cuya profesión está bastante alejada del quehacer médico y religioso me dijo: «La película absuelve una mala práctica médica y una mala práctica religiosa». Su opinión nos lleva a la pregunta: ¿Podría tratarse de impericia? Yo no lo creo así. El Vaticano tiene todo un equipo de científicos para investigar estos casos. Sus estudios dejan ver que 99% son atinentes a problemas psiquiátricos o neurosis (Vg. Síndrome de Conversión, Síndrome de Jerusalén, Esquizofrenia paranoide, etc.) y 1% a una posesión demoníaca. Y en orden a las ciencias de la conducta, los psiquiatras de Guatemala son muy reputados.
A tenor de lo revelado en Exorcismo documentado, no es dable pensar que se haya usurpado el nombre del Hospital Neuropsiquiátrico y el sello del Arzobispado Metropolitano de Guatemala por lo que, el aval del filme es único en el mundo. Toda esa fianza, no cualquier película la tiene.
¿Estaría la Iglesia católica y los psiquiatras dispuestos a sentarse frente a frente y dialogar en relación a ello? Es que, esos misterios siempre quedan como tales.
Mientras ese momento llega: “…et ne nos inducas in tentationem, sed libera nos a malo”.
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