Dedicado al periodismo de opinión, no le basta con expresar sus ideas al respeto de un tema. Antes de abrirles la puerta, reportea y con base en hechos, desarrolla el cuerpo de sus escritos. Fue director de la revista Crónica, uno de los medios más prestigiosos –por su calidad profesional– con que en la década de los años noventa, contó el público lector en Guatemala.
De allí que no sea ajena su preocupación por hacer visibles los riesgos que representa el tener vínculos con un convicto que es procesado por liderar una red criminal dedicada al tráfico de influencias y lavado de dinero. Gustavo Berganza Jiménez, periodista de pura cepa, escribe para informar y opinar. Y en ese ejercicio está sujeto a que sus opiniones gusten o no.
Hasta ahora no se ha sabido que intente imponer una línea de pensamiento o una postura ideológica determinada. En ese afán, la semana pasada, opinó sobre las dudas que convendría aclarar a la llamada Fundación contra el Terrorismo (FCT), al respecto de los lazos con Byron Lima Oliva. Un reo que purga condena por la ejecución extrajudicial del Obispo Juan Gerardi y que podría ser procesado por manipular al sistema penitenciario con fines de lucro ilegal.
La lectura superficial y quizá nublada por la ira, realizada por el presidente de la FCT a la columna de Gustavo, le llevó a presentar querella en contra del columnista. El representante de la mencionada organización, intenta procesar a Gustavo Berganza por delitos como calumnia y difamación, a partir de los datos que considera erróneos o imprecisos.
Una columna de Mario Antonio Sandoval, en defensa del derecho a la libre expresión, también causó la ira del jefe de la FCT. A tal grado que anunció por medio de redes sociales que preparaba otra demanda contra Sandoval, por los mismos delitos que se aquerelló contra Gustavo Berganza. También por los mismos medios anunció nuevo proceso en contra de quien suscribe esta columna y en contra de la Coordinadora de la Unidad de Protección a Defensoras y Defensores de Derechos Humanos (UDEFEGUA), Claudia Samayoa.
Un curso básico del ejercicio periodístico, a quien ostenta credencial de columnista en elPeriódico, le educaría sobre el camino a seguir. El artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, consigna la libertad universal para expresar opiniones sin temor a represalias de naturaleza alguna. En tenor a ello, la Constitución Política de la República garantiza, en su artículo 35, el derecho a la libre expresión del pensamiento. El mismo enunciado ordena que toda acción encaminada por publicaciones de prensa o expresión de opiniones, debe ser dirimida mediante la Ley Constitucional de Emisión del Pensamiento. Una norma que constituye un patrimonio social valioso y necesario para el ejercicio democrático.
De manera que, un dato erróneo en una nota o columna, requiere una aclaración. Un desacuerdo con lo publicado puede expresarse en una réplica al contenido. En el caso que un escrito o comentario implicara injuria o difamación, es un extremo que, como los otros casos, debe ser conocido y resuelto por un tribunal de imprenta.
Querer conducir y dirimir los desacuerdos de opinión por la vía penal, es no solo una falla procesal que puede tener su origen en un asesoramiento débil, superficial o incompleto. Amén de que, también puede provenir de una decisión poco reflexiva y más bien impulsiva que, represente un estrepitoso fracaso procesal.
Por supuesto que, muy probablemente, también pueda estar anidada en una caprichosa visión dictatorial o autoritaria. Visión que pretende elevar al rango de delito –como durante la contrainsurgencia genocida–, la doctrina comunista y tildar de delincuentes a quienes tienen la osadía de pensar distinto.
Más que un dato erróneo, el pecado que el líder de la FCT le endilga al periodista Gustavo Berganza es que este no piensa como él. Por eso lo demanda y amenaza con demandar a quienes opinamos diferente. Mejor haría en dedicar su tiempo a leer las leyes y los tratados internacionales en la materia, para no gastar energías en procesos fallidos por ser manifiestamente frívolos.
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