¿Quién, con la inmensa ola mediática, negaría hoy que la libertad de expresión debe defenderse a toda costa? Nadie. Es un logro porque la libertad de expresión es un derecho humano, un derecho universal, que no distingue entre género, cultura o nacionalidad. Es un derecho que se les debe defender a todas las personas, en este caso específico a periodistas, que se la juegan mucho por investigar e informar.
Así como las víctimas del atentado contra Charlie Hebdo...
¿Quién, con la inmensa ola mediática, negaría hoy que la libertad de expresión debe defenderse a toda costa? Nadie. Es un logro porque la libertad de expresión es un derecho humano, un derecho universal, que no distingue entre género, cultura o nacionalidad. Es un derecho que se les debe defender a todas las personas, en este caso específico a periodistas, que se la juegan mucho por investigar e informar.
Así como las víctimas del atentado contra Charlie Hebdo, hay otros cientos de periodistas que en el mismo momento fueron atacados. Pienso, por ejemplo, en el mexicano Moisés Sánchez, que fue desaparecido el 2 de enero. Me impactó leer que el editor de La Unión, en Veracruz, fue secuestrado violentamente de su casa, de la cual también fue extraído todo aquello que tenía que ver con su trabajo. Pocas han sido las solidaridades que desde otros países se han expresado respecto de este caso. No hubo una portada dedicada a él ni tantas columnas, ni porque el secuestro sucedió cinco días antes del atentado en París. Al final, Europa sigue siendo más importante, mucho más importante que nuestra propia región.
Aquí he conocido gente respetable que ha defendido la libertad de expresión con el valor y la lucidez que se requieren. Aun en la conferencia de prensa que periodistas y columnistas realizaron el viernes pasado he reconocido a personas a las que admiro por su valentía, que han luchado su vida entera por defender el derecho a decir lo que pensamos. Las he visto defender a periodistas atacados porque a un funcionario no le gustó que hicieran su trabajo o estar en contra de los ataques personales que algunos columnistas hacen a otros. He leído cómo estas personas se han solidarizado con medios alternativos que han vivido con amenazas, como las radios comunitarias, que deben asirse a la libertad de expresión como principio que da razón de ser a un trabajo tan difícil. Pero no son todos los periodistas.
A otros los he visto en televisión o los he leído en los periódicos insultando sin ningún argumento. ¿Se esconderán ellos de manera cobarde detrás de un derecho como la libertad de expresión para poder decir lo que sea y desinformar? Tampoco he visto a muchos levantar la voz por el Centro de Medios Independientes o por Norma Sansir.
Si la libertad de expresión une a muchos periodistas y formadores de opinión, que sea una buena oportunidad para una reflexión sobre nuestro papel en los medios de los que venimos. Y que esta defensa sea entonces una defensa genuina y radical, y no por pura conveniencia.
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