Eso hace precisamente “El regreso de Lencho”, es una manera de enfrentarme a mi propia historia, que lejos de ser sólo pasado, es también una suma de presentes que nos persiguen.
Los problemas –el trabajo en las maquilas, la falta de atención estatal a las demandas de una vida plena, la desconfianza hacia la institución que brindaría seguridad, el maltrato de la mujeres, la violencia, los niños en la calle…− son todos, uno tras otro, la sucesión de golpes que recibe la sociedad guatema...
Eso hace precisamente “El regreso de Lencho”, es una manera de enfrentarme a mi propia historia, que lejos de ser sólo pasado, es también una suma de presentes que nos persiguen.
Los problemas –el trabajo en las maquilas, la falta de atención estatal a las demandas de una vida plena, la desconfianza hacia la institución que brindaría seguridad, el maltrato de la mujeres, la violencia, los niños en la calle…− son todos, uno tras otro, la sucesión de golpes que recibe la sociedad guatemalteca. Lo interesante de esta película es la posibilidad de identificarse con la manera en cómo se viven los problemas, pero también, en lo diferente que son entre ellos, la manera en cómo se abordan desde lo cotidiano. Cómo se vive ese cúmulo…
Ante la complejidad, el traslape, la presencia omnipresente de todas estas problemáticas, está la historia de un conflicto armado. No libros, no teoría, no discursos ideológicos, más bien la manera más humana de entender una realidad que sigue haciendo sufrir a muchos en este país. Una memoria con muchas dudas, y pocas explicaciones, y una memoria de una generación que se encuentra en un mundo diferente al de tres décadas atrás, con la posibilidad negada de encontrarse con ellas de una manera digna. Además de un Estado que seguimos sin comprender, que sigue siendo una nebulosa en mucho, donde no se sabe dónde y cómo están hoy las estructuras de inteligencia de ayer… porque lo que es cierto es que seguimos viviendo maneras de persecución muy parecidas a las del pasado y muy mal disfrazadas. Siempre estamos frente a una Guatemala en aprietos con sus logros de una democracia que deja mucho que desear, y mucho más.
Mientras siempre se camina al borde del abismo, existe la posibilidad de aferrarse al arte como resguardo de realidades diferentes posibles, de maneras de denunciar desde y hacia las características del mundo de hoy, del mundo que queremos. El arte también como manera de volver a nacer siempre, cuando la realidad mata a diario a tantos. Regresar con Lencho es devolver la mirada a la danza, a la música, a la poesía, todos en un mismo trazo de una pared grafiteada. Una película que se atreve a tender muchos puentes, entre diferentes expresiones humanas, desde diferentes búsquedas, un puente que se construye desde el medio, para ir hacia atrás, pero también ir hacia delante, sin perder la conciencia de la necesidad imperativa de recorrerlo todo.
Los grafitis hablan de una ciudad, leí hace poco en una revista. Luego de ver esta película no me cabe la mínima duda que también hablan de una historia, y esta vez, de una historia que hace parte de mí.
“El regreso de Lecho”, dirigida por Mario Rosales, estará esta semana en los cines. Ojalá puedan también ustedes encontrarse en ella.
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