Interesante pregunta que nos remite al hecho de que, pese a que tenemos todo para triunfar, sistemáticamente estamos condenados al subdesarrollo: tantos recursos naturales, tanta diversidad cultural, tantos liderazgo positivos, y todo se consume en una interminable historia de fracasos, miseria, proyectos inconclusos e injusticias que lloran sangre.
La pregunta cobra mayor sentido para mí, debido a que en los últimos días he podido entrevistar directamente a varios candidatos presidenciables: al revisar sus historias de vida y lo que expresan, es indudable que cada uno tiene su propio mérito, además de que todos coinciden en que Guatemala demanda un cambio, por lo que siempre prometen que de llegar a la Presidencia las cosas serán diferentes. La historia, sin embargo, nos hace ser escépticos.
Conocí por primera vez el trabajo del ingeniero Álvaro Colom en 1997, cuando hacía una investigación en San Miguel Tucurú, al enterarme que gracias a su trabajo al frente del Fondo Nacional para la Paz (Fonapaz) la comunidad se había salvado de una gran hambruna. Después, supe de su labor por medio de una colega que había trabajado cerca de él: lo que me contó de su capacidad y sus ideales, están a años luz de lo que hizo al frente del Gobierno.
He tenido la oportunidad, igualmente, de conocer a muchos funcionarios públicos de los últimos dos gobiernos: los ideales, las ganas de trabajar y la promesa de que iban a ejecutar cambios, eran el denominador común de todos ellos. Pero luego que veo lo que hicieron o dijeron, me cuesta identificar a quienes un día prometieron luchar por un cambio.¿Qué misterioso fenómeno permite que todos los liderazgos se consuman en esa inmensa hoguera llamada Gobierno?
Parte del problema son las roscas que abundan en todas partes: élites alrededor de los jefes de turno, que a base de la adulación, el compadrazgo y la mentira sistemática, convencen a sus “jefes” de que están realizando una gran tarea, haciéndoles perder la noción de la realidad.
Lo más interesante es que tales “roscas” tienen la habilidad de mutar al candidato con mayores posibilidades. De manera que se mantienen vigentes en cada período presidencial y en cada rincón de la administración pública: oscuros personajes que son los auténticos dueños de cada institución pública, articulados en una maraña de redes de favores, de prebendas y de silencio cómplice que tienen el poder de sobrevivir a todos los cambios.
Su poder se afinca en el profundo conocimiento que tienen de la administración pública, lo que les permite navegar en el mar de contradicciones y vacíos legales de forma que logran evadir controles para adaptar las disposiciones a los caprichos del jefe de turno: de esa forma, borran las sutiles huellas del compadrazgo, el desvío de fondos, el pago de prebendas, las comisiones extra y los sobresueldos.
Cuando hablamos de “poderes paralelos” hablamos, en principio, de estas roscas enquistadas en la administración pública, que como fantasmas navegan en el mar de contradicciones, regulaciones caducas y desorden institucional que impiden sistemáticamente el cambio de Guatemala.
No nos engañemos: mientras no dediquemos tiempo y esfuerzo en una verdadera transformación de la institucionalidad pública que disminuya la discrecionalidad, elimine las contradicciones, los vacíos legales y favorezca la transparencia, todos los liderazgos que lleguen a la Casa Presidencial están condenados a repetir la larga lista de gobiernos “fallidos” que dejan tras de sí una larga estela de fracasos.
Más de este autor