Las lecciones sobre la democracia en la región

Uno de los ejes del congreso se titulaba Motores de las continuidades y los cambios, y uno de los temas dominantes fue el de la dimensión electoral de la democracia, así como los cambios y las continuidades de los modelos electorales de Centroamérica. Se descubrió que una parte fundamental de los desafíos de la consolidación democrática en la región pasa indefectiblemente por abordar de manera crítica los cinco elementos fundamentales de la discusión académica sobre el tema:

• Fórmula electoral (proceso de conversión de votos en escaños)
• Umbral electoral (barreras para la cancelación y la vigencia de los partidos políticos)
• Tamaño y distribución de los distritos electorales
• Conformación de las listas para candidatos
• Control y regulación del financiamiento partidario

La experiencia de los expositores demostró un ir y venir de los diversos diseños electorales vigentes en cada país, de manera que el elemento en común es la insatisfacción ciudadana y política con los resultados de las reglas vigentes. Es interesante cómo lo que en algunos lugares se adversa o cuestiona es justamente lo que en otros se pretende instaurar, de modo que siempre se tiene la sensación de que se hace algo, pero de que siempre queda la necesidad de seguir avanzando.

Otra enseñanza interesante del congreso en este tema es que los actores políticos se comportan diferenciadamente, dependiendo de en qué lado se encuentren en el esquema del poder. Por ejemplo, Álvaro Artiga, reconocido politólogo salvadoreño, demostró fehacientemente cómo, en la experiencia del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), su militancia de izquierda siempre lo llevó a ser un actor protagónico del cambio y la reforma institucional. Sin embargo, luego de su triunfo electoral en el 2009, el partido empezó lentamente a convertirse en un actor menos proclive al cambio, de manera que para el 2015 el FMLN está muy lejos de su discurso transformador. De hecho, ese partido empezó a cogobernar con los mismos actores con los que la derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena) hizo alianza legislativa, el Partido de Concertación Nacional (PCN) y ahora la Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), este último conformado por los miembros disidentes de la Arena.

En el momento histórico que vive Guatemala habría que entender que las reformas electorales no son la panacea: no se puede democratizar una sociedad por decreto. Por supuesto, la reforma electoral es el primer paso: con el tiempo, buenas reformas pueden significar procesos profundos de transformación. Para ello se requiere acompañar las reformas con un proceso constante de vigilancia y revisión de la aplicación de la normativa y sus consecuencias, el desarrollo de otros procesos de reforma institucional y una formación ciudadana y una concientización que favorezcan el aparecimiento de organizaciones sociales sólidas, comprometidas con el cambio y vigilantes de los procesos políticos, de tal modo que se haga realidad la noción de una democracia verdadera.

No hay caminos fáciles ni expeditos para la democratización, pero, como dice el dicho, «el que persevera alcanza».