Desde hace diez años viene demostrándose que para hacer efectiva la independencia de poderes es necesario establecer una efectiva y completa carrera judicial. Sin embargo, como en la novela de Lewis Carroll, las cortes se integran en Guatemala con seres que no conocen la vida de los juzgados (animales en sentido figurado), por lo que muchas veces, como el Rey de corazones se enredan para saber qué te tomaba el sombrerero antes del juicio, dejando de lado las argumentaciones jurídicas de los jueces. Pero la crisis del poder judicial no es sólo un conflicto entre los jueces de carrera y los que desde los bufetes profesionales quieren ir a dar un paseíto de magistrados para revalorizar sus negocios judiciales, es la crisis de todo el sistema político y legal del país, como con alta calidad pedagógico ciudadana nos lo ha mostrado la Licenciada Escobar Solís.
En una semana las malas prácticas del grupo en el poder han quedado al desnudo, y ya no hay cirugía plástica, ni make-up capaz de esconderlas. El diputado Rivera presiona magistrados para un fallo a favor de su partido. Otro juez hace públicas las presiones de la Vicepresidenta para mantener en vilo a una futura contendiente para así chantajearla con su inscripción. Los tramitadores se pasean por los corredores del Organismo Judicial ofreciendo puestos y beneficios. Los candidatos no presentaron listado de méritos, mucho menos aprobaron una prueba de conocimiento, pues algunos en la Corte de Constitucionalidad (Molina Barreto), estiman que eso es discriminatorio, pero se dedicaron a hacer “campaña”, como candidatas a reina de feria de aldea.
Los dueños del poder económico manifestaron su complacencia,[fn]Véase el comunicado del Cacif del 1 de octubre del corriente.[/fn] pues acostumbrados al regateo de salarios se conformaron con que algunos de los seleccionados fueran de los suyos, ciertos de que podrán recurrir a ellos para fallos favorables. Pero buena parte de la sociedad ya no se conforma con la Falsa Tortuga y el Sombrerero de la historia de Carroll, quiere una justicia independiente, donde tanto los Vivar como los Medrano sean encarcelados por corruptos, tengan o no acarreados para llenar los mitines y bailar con caballos de palo.
La decencia política exigiría que Rivera renunciara al cargo de diputado, y que la Vicepresidenta, en un único acto de responsabilidad, se dedique a co-gobernar y deje de entorpecer la justicia y a actuar como animadora de fiestas populares. Ya tendrá tiempo en el futuro de hacer carrera como cheerleader de jaripeos y desfiles hípicos, aunque los equinos con los que baile sean de palo.
La reforma de la carrera judicial es urgente. Los magistrados de salas y de la CSJ deben ser seleccionados mediante un proceso estricto y riguroso basado en méritos profesionales, ajeno al tráfico de influencias políticas o económicas. Al Congreso de la República deben llegar listados de jueces competentes, para que en una decisión política, se escoja a los mejores de los mejores. No se pueden mezclar profesiones y carreras. Si bien todos son abogados y notarios, unos se han especializado en juzgar y otros en defender. La carrera judicial, para serlo efectivamente, debe ser completa. De los juzgados de paz a la Corte Suprema.
La oportunidad que tenemos de reformar de manera profunda el sector justicia talvez sea la última que se nos presente para hacerlo en paz y dentro de los ya rígidos y asfixiantes límites de la institucionalidad imperante. Los que están en el poder, así como los que los manejan, acostumbrados a chantajear, vapulear y torturar, deben entender que ya pasaron las épocas del poder autoritario y corrupto y que, aunque no sean sus principios y valores, la sociedad está exigiendo una justicia absolutamente independiente, un poder Legislativo ajeno a las negociaciones espurias, y un Ejecutivo eficiente.
A los ciudadanos nos corresponde transitar unidos por este calle lodosa y pestilente, reducir diferencias ideológicas y políticas, pudiéndonos mirar a la cara como distintos pero no como enemigos. No podemos salir a pedir una justicia sólo para algunos, sean estos campesinos, trabajadores, empresarios, ejecutivos de empresas millonarias o accionistas de grandes capitales, pues la época de las oligarquías y las corporaciones es ya parte del pasado.
La oportunidad parece única, los jueces ya han dado pasos decisivos, la “providencial” ausencia de Molina Barreto ha permitido un equilibrio justo, aunque efímero, en la Corte de Constitucionalidad. Es hora de presionar al Congreso, de exigir coherencia y, de ser posible, depuración.
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