Me refiero a las mujeres y a los jóvenes, quienes han asumido un rol más incidente en las elecciones del 2011. Hemos visto cómo un grupo significante de jóvenes ha permeado los partidos políticos y ha logrado posicionarse en listados para diputaciones o candidaturas para la alcaldía. Las mujeres no se han quedado atrás y muchas han asumido roles protagónicos. Es interesante observar a mujeres ocupar candidaturas en los binomios para el poder Ejecutivo. Si contamos las candidaturas de mujeres a la Vicepresidencia y la Presidencia encontramos a por lo menos cinco.
No es ningún misterio que en pasadas columnas he sido crítica de la participación de algunos jóvenes en la política, por su ascenso dudoso al poder y su poca capacidad para ejercer el cargo. Pienso que toda persona que quiera optar por un cargo público debe ser sometida a la fiscalización de la sociedad, y como joven espero que mis similares se ganen los espacios por su capacidad y méritos. Igualmente, como mujer espero de mis candidatas lo mismo; la lucha ha sido larga y difícil para ganarnos los espacios. Por lo tanto, cuando se nos da la oportunidad de participar o nos ganamos los espacios debemos ejercer dichos cargos a nuestra mejor habilidad. Sin embargo, creo que una decisión admirable también es rechazar el cargo cuando no estamos a la altura de éste, ya sea por falta de experiencia, capacidad, conocimiento, formación o convicción.
Analizando las diferentes candidaturas femeninas al Ejecutivo, tengo que decir que la mayoría no me convencen y no me parecen idóneas para los cargos a los cuales se postulan. Los guatemaltecos por costumbre somos muy inconformes, pero al mismo tiempo somos muy conformistas. Me refiero a que estamos siempre descontentos con nuestra situación, pero no estamos dispuestos a salir de nuestra zona de confort y exigir un cambio. Muchos hablamos de democracia y libertad sin asumir el compromiso que ambas requieren. Por lo mismo tenemos a los candidatos que nos merecemos y eso solo cambiará cuando aspiremos por una élite y cultura política competente.
Ser administrador público es un honor y una gran responsabilidad, ya que la sociedad les deposita su confianza, y por lo mismo la decisión de asumir este rol no debe ser ligera ni insensata. A pesar de que muchas de nuestras candidatas no son las más competentes hay una que ha llamado mi atención: Patricia de Arzú.
Quise conocer más de ella, pues lo único que conocía era su rol de esposa y primera dama de Álvaro Arzú. En su página web oficial no menciona mucha información más que el año en que nació, su vida oficial y los diferentes roles que asumió durante la carrera política de su esposo. Esos roles, en su mayoría, no tuvieron carácter político, sino que eran programas de asistencia social. Como no mencionaba ni su experiencia profesional, trayectoria en la política ni mucho menos su formación académica, tuve que investigar en varias fuentes, pero me topé con muy poca información. Doña Paty, como le llaman, no nació en Guatemala, sino que en el Salvador; allí su acento extranjero. También encontré que cursó secretariado en su país natal y después administración de empresas en Broward Community College.
Cuando quise buscar su trayectoria política y profesional no encontré ningún cargo más que su tiempo como primera dama, el cual no es un cargo público, pues no la eligen los ciudadanos. Su página oficial menciona todos los roles que ha desempeñado en el área social, como cuando fue coordinadora de la Secretaría de Asuntos Sociales de la Municipal. Según lo que se ha publicado en la página oficial, uno de sus logros más importantes es el establecimiento de ocho jardines infantiles y centros de niños, los cuales atienden a dos mil niños. Estos programas que la candidata Arzú ha implementado en algunas áreas del país son admirables y su pasión por el servicio caritativo también, Sin embargo, no es suficiente para satisfacer todas las capacidades necesaria para ocupar la Presidencia del país.
Al revisar su plan de gobierno, pude detectar sus ejes prioritarios: familia, seguridad, educación y la salud. Ninguno de estas áreas estaban desarrolladas ni tenían propuestas claras ni mucho menos concretas; eran más definiciones de las mismas. En ninguna parte de su plan de gobierno menciona cómo va resolver el problema de la desnutrición o la violencia juvenil, mucho menos la impunidad. Solo enumera ilustraciones del problema sin resolver el fondo. Pero qué podemos esperar de una candidata que ni siquiera conoce elementos tan significativos para nuestra cultura, como La calle donde tú vives, El Señor Presidente ni mucho menos nuestro celebre poema Vámonos patria a Caminar. Como mencioné al principio de esta columna, a veces lo admirable y lo correcto es no asumir un rol que nos queda gigante.
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