La línea editorial del medio es “el análisis de las dinámicas de poder que afectan al interés público y las dinámicas que atentan contra la dignidad de las personas”, pero las “fronteras editoriales” establecidas por sus patrocinadores consisten en no criticar a la Universidad Rafael Landívar, a la Compañía de Jesús ni al Vaticano. Lo cual me parece una grave contradicción, pues estos últimos tres actores mencionados sí participan de esas dinámicas del poder y de sus consecuencias, intencionadas o no.
Todos sabemos el dicho popular: “No se debe morder la mano del amo que nos alimenta”. Lo cual es lógico. Por eso mismo, un medio de comunicación social que desee hacer un verdadero periodismo de profundidad, investigando y fiscalizando a todos los poderosos, debe luchar primero por establecer independencia financiera, diversificando sus fuentes de recursos para no depender de dos o tres, como en el caso de Plaza Pública. Peor aún, si una de esas fuentes posee poder de veto sobre lo que se escribe y, especialmente, sobre lo que se deja de escribir, por medio de la amenaza creíble de despedir al Director del medio si éste no le obedece.
En este espacio no puedo dar ejemplos concretos de cómo las Universidades, las Iglesias y las congregaciones religiosas se insertan en las dinámicas del poder, porque se me ha advertido previamente que si elaboro críticas a la URL, a los jesuitas o al Papa no se publicará mi artículo. Lo que sí puedo expresar es que Plaza Pública, para ser fiel a su misión de luchar por la equidad, la interculturalidad y el medio ambiente, y en contra de la impunidad, la corrupción, la discriminación y la fragmentación social, debe buscar patrocinadores que no le condicionen la línea editorial desde su nacimiento. Por eso, en su segundo aniversario de vida, se debe aprovechar el encuentro con otros medios similares en la región para buscar una estrategia de transición hacia la total independencia.
Me parece que la decisión del Director del medio de no publicar un artículo sobre cómo la era de la información y las tecnologías de la comunicación pone en aprietos a los credos religiosos, generalmente basados en dogmas que sólo sobreviven gracias a la desinformación, ha sido un grave error y una falta de respeto hacia los lectores, quienes son suficientemente inteligentes para distinguir el trigo de la paja. Peor aún, la decisión de suprimir permanentemente el BLOG donde dos brillantes jóvenes, un filósofo y una bióloga, nos invitaban a pensar de manera crítica sobre temas importantes para la construcción de una sociedad pluralista, abierta y tolerante, cosmopolita y basada en el conocimiento y no en la ignorancia, no sólo es incomprensible sino que resulta una afrenta para un gran número de columnistas invitados a escribir aquí sus opiniones. El mensaje es claro: la libertad de expresión tiene límites que se establecen de manera unilateral por parte del patrocinador, tómelo o déjelo.
Ante estas lamentables limitaciones a la libertad de expresión, no me queda más que agradecer al medio por tolerar mis artículos, publicados desde el inicio de tan importante esfuerzo periodístico, al que me sumé con la esperanza de verle consolidado como un espacio de diálogo plural y abierto, sin cortapisas de ningún tipo. Agradezco también a los lectores que me acompañaron durante estos dos años de reflexión e intercambio de ideas. Sus aportes críticos fueron bien recibidos y también me ayudaron a crecer. Espero que sigamos en contacto en otros espacios.
Cuando yo estudiaba en el Liceo Javier, siempre terminaba mis escritos y discursos con la famosa frase jesuítica: Ad maiorem Dei gloriam. Ahora debo hacerlo con otra, pero de quien es considerado el Padre de la Ciencia Moderna: Eppur si muove.
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