Aunque el conflicto armado interno fragmentó la organización comunitaria y debilitó las prácticas ancestrales, el patrimonio cultural ixil ha sobrevivido y continúa siendo la base de la reconstrucción del tejido social. La comunidad y sus autoridades tradicionales recuperan el peso que siempre tuvieron en la resolución de conflictos, la toma de decisiones y la organización de los procesos sociopolíticos.
En este contexto, las cofradías representan el nexo entre las prácticas religiosas...
Aunque el conflicto armado interno fragmentó la organización comunitaria y debilitó las prácticas ancestrales, el patrimonio cultural ixil ha sobrevivido y continúa siendo la base de la reconstrucción del tejido social. La comunidad y sus autoridades tradicionales recuperan el peso que siempre tuvieron en la resolución de conflictos, la toma de decisiones y la organización de los procesos sociopolíticos.
En este contexto, las cofradías representan el nexo entre las prácticas religiosas tradicionales, el sincretismo con la religión católica y el poder político.
Los cofrades cumplen con el trabajo de cuidar a los santos del pueblo, perpetúan las tradiciones y, durante las celebraciones, facilitan espacios de convivencia: alrededor de la marimba, la gente baila, toma, platica; las autoridades entregan las varas del poder para que se bendigan, todos dirigen peticiones al santo.
El pasado miércoles 6 de junio, cuarenta días después de la Semana Santa, la cofradía que cuida la imagen de Cruz Ishoj y la que custodia a San Antonio celebraron sus santos llevándolos en procesión por las calles y los cantones del pueblo de Nebaj. San Antonio es el santo masculino más importante del pueblo mientras Cruz Ishoj, Cruz Fina en ixil, representa su homólogo femenino. Por eso, las dos celebraciones coinciden.
Los dos grupos son parte de las cinco cofradías actualmente activas entre las doce existentes: los gastos económicos sostenidos por las familias que hospedan la imagen del santo para realizar las celebraciones son difíciles de asumir. Sin embargo, según la tradición, durante siete días y siete noches la marimba no paró de animar las fiestas, la gente se reunió, trasnochó tomando atol y licor, pidió consejo a los ancianos, volvió a reanudar lazos de continuidad entre pasado y presente.