Las aguas empiezan a moverse

Éste es uno de los hechos que hace tiempo pensé nunca se daría en Guatemala. Es más, todavía cuesta creer que esté sucediendo y que será la semana entrante. ¿Por qué? Simplemente porque en nuestro país los militares han gozado de una serie de privilegios como producto de su poder en el manejo de las cuestiones del Estado.

Unos cuantos han sido juzgados y los de mayor jerarquía, no. Los que han sido juzgados, condenados y están en prisión, gozan de innumerables privilegios en la cárcel, tal como recientemente pudimos leer por este medio, sucede con el capitán Lima, por ejemplo.

Entonces, que se juzgue a Ríos Montt es un hecho histórico relevante. ¿Cuánto ha tenido que pasar para que este juicio se lleve a cabo? ¿Cuántos años desde que se crearon las Patrullas de Autodefensa Civil, desde que se ordenó la política de tierra arrasada, desde que se destruyeron comunidades enteras?

Casi 30 años. El tiempo de una vida productiva y millones de vidas involucradas. Nada más ni nada menos que las de todos nosotros, los guatemaltecos.

Sin embargo, pareciera que juzgar a un supuesto genocida no resultará del todo relevante para muchos de los medios de comunicación nacionales. Tal pareciera que son más interesantes noticias internacionales de las que se puede hablar sin miedo, como la muerte del presidente Chávez en Venezuela, o la reciente elección del Papa en Roma, o la suspensión del alto al fuego en Corea.

También en ciertos medios he escuchado comentarios que dicen con cierto cansancio, como si las cosas fueran solo blancas o negras: “no se le debe juzgar solo a él, sino a todos los que han cometido delitos”. Y sí, claro, si nos ponemos en ese plano, por los juzgados deberían pasar la casi totalidad de empleados públicos con acceso al poder y el dinero o aquellos que participaron activamente en el conflicto armado, por mencionar solo algunos.

Pero centrándonos en el presente, en realidad no son válidos los argumentos de si no se juzga a todos, no se juzgue a ninguno. El llevar a juicio, el que presenten pruebas de cargo o descargo, el que aparezcan los testigos y los expertos, es de por sí un proceso que sirve para que todos sepamos que quien ha actuado impunemente, tarde o temprano será castigado.   

Sería ideal, claro, que quien ha violado la ley de una u otra forma fuera juzgado y condenado. Sería ideal, por supuesto, que viviéramos en un país donde las leyes no solo existan sino se cumplan. Sería ideal.

Pero la realidad es otra y nuestros pasos no son ni en línea recta ni continuos, pero son pasos y nos están llevando, poco a poco, muy lentamente, a tratar de desenmarañar los peores nudos de violencia y opresión de nuestra historia.

Al final, el resultado del juicio quizás no sea lo más importante. Todos sabemos que en nuestro territorio puede pasar cualquier cosa. No obstante, el proceso será revelador porque en éste veremos lo que puede hacer el dinero, las influencias, el poder enmascarado, toda esa maquinaria maquiavélica que lleva décadas moviéndose desde dentro de las entrañas mismas del Estado.

Ojalá el juicio y más aún el veredicto, sean justos. Sobre todo para que las víctimas directas puedan al fin descansar en paz.