Pedro Casaldáliga (+2020), Obispo de São Félix do Araguaia, Brasil (1972-2005), escribió de Valdivieso: «En mis veintidós años de América Latina, y muy particularmente en mis viajes a Centroamérica, me he encontrado con hechos y dichos, situaciones y personajes de esos que pululan en las cartas de Valdivieso. Nombres nuevos, pero viejas historias. Muy semejante la esclavitud. Muy semejante, a veces, la omisión»[1].
A diferencia de otros historiadores prolíficos del primer momento de la evangelización en América, Antonio de Valdivieso Álvarez solo escribió doce cartas (conocidas) que, entre el 1 de junio de 1544 y un día no precisado de noviembre de 1547, dirigió al rey Carlos I de España y V de Alemania, al príncipe Felipe, al Príncipe y su Consejo y al Consejo de Indias. Pero su contenido, como bien lo explica don Pedro Casaldáliga, arguye de viejas historias que se replican en nuestro aquí y ahora.
Sus misivas tienen dos dimensiones. Una concerniente a su época y otra a futuro. Algunas, como la carta número nueve, pareciera haber sido escrita para los episcopados latinoamericanos del siglo XXI. Uno de los tratadistas que mejor las ha estudiado es Gustavo Adolfo Villalobos Brilla, O. P. En una de sus obras (2004) arguye acerca de esa validez para la modernidad: «Se debe tomar en cuenta que la Iglesia, cuando ha buscado renovaciones en diferentes planos de su ser y reflexiones, siempre ha acudido a las fuentes, a los orígenes, reconocidos como elementos de gran pureza y de inspiración para afrontar los momentos actuales, guardando la esencial fidelidad a lo originario. En la renovación del episcopado latinoamericano se hace necesario recurrir al siglo XVI, donde se marcó el inicio de la vivencia eclesial de este continente»[2]. (El subrayado es mío).
Y cómo no iba a ser. En esa carta número nueve monseñor Antonio de Valdivieso increpa a los obispos cercanos a su diócesis de la siguiente manera: «El obispo no es sólo para tener mitra y renta, sino para usar jurisdicción, corregir vicios y fundar virtudes, y remediar las opresiones que se hacen a sus ovejas. Y cuando no pueda hacer esto, está obligado a dejar su oficio para otro, para quien por ventura Dios lo tiene guardado»[3]. Digo increpa a los otros obispos cercanos a su diócesis porque, aunque el destinatario de la carta era el príncipe Felipe II (la escribió el 8 de marzo de 1546 desde Granada, Nicaragua), bien sabía que los espías del Cabildo de León y los soplones de la Audiencia Real de los Confines leían los contenidos de los documentos que él enviaba a España. Esos soplones, de inmediato, trasladaban copias a obispos como Francisco Marroquín de quien Pedro Casaldáliga dice: «El obispo Marroquín, de Guatemala, estaba del otro lado, abiertamente. Amigo de Pedro de Alvarado, partícipe de las ventajas de las Encomiendas. Ha sido de los que más han ofendido en hacer infinitos esclavos, desautorizar a Las Casas y a Valdivieso y se hace fiador de que Fray Antonio no es un santo. Para ello se remite nada menos que al testimonio de la audiencia (¡)»[4].
Don Pedro Casaldáliga (un profeta del siglo XX) escribió un soneto que retrata de cuerpo entero al Tercer Obispo de Nicaragua y manifiesta la necesidad que tiene la Iglesia de obispos como él. El soneto expresa: «Llenos de unción y libertad tus labios, / repletas de oro y de terror sus arcas, / Pedrarias o Somoza los tetrarcas, / y tú y tu pueblo frente a sus agravios. / Pastor, espejo claro de pastores, / que el óleo de Las Casas ha bruñido, / un pueblo nuevo vela, estremecido, / la herencia de tus huesos redentores. / Pastor de Nicaragua, todavía / necesitamos hoy tu parresía / contra el imperio o en la Iglesia ausente. / Primer ocote de la Iglesia alerta, / rosa de sangre pastoral abierta / en el costado azul del Continente».
A ese soneto, si se me permitiera, yo le haría una modificación en el verso 3. Escribiría: «Pedrarias, Somoza o los Ortega Murillo los tetrarcas…».
Sí. Necesitamos de esa parresía porque, con pocas excepciones, las voces proféticas en la Iglesia están ausentes.
Las redes tienen que volver al agua.
[1] Casaldáliga, Pedro (2000). Antonio de Valdivieso. Un obispo dominico en la Nicaragua del siglo XVI, protomártir de América. Nicaragua: Dossier Cidal (10). P. 7.
[2] Villalobos Brilla, Adolfo (2004). Monseñor Antonio de Valdivieso: rasgos para el episcopado latinoamericano. Nicaragua: Editorial Lascasiana. Pág. 10.
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