Estoy totalmente de acuerdo con ella y con sus colegas columnistas que desde los distintos medios de comunicación piden que se le respete y se lo considere como la máxima autoridad del país. Solo que el respeto y el reconocimiento se ganan con las acciones y decisiones políticas diarias. Tanto los Altolaguirre y los Trujillo como los Méndez Ruiz, De la Torre y demás militares en retiro y empresarios que con sus opiniones semanales defienden las no palabras y los no hechos del señor Morales pueden confiar ciegamente en su candidato de ayer y presidente electo de hoy. Pero, si ellos creen más en sus buenas intenciones que en actos, es necesario recordarles que fueron ellos mismos los que entonaron voces de júbilo y alabanza a la llegada de Pérez Molina al poder hace cuatro años. Los resultados los tenemos a la vista, por lo que, más que pedir a los que aún no confiamos en Morales que callemos las críticas, deberían pedir a todo el país públicas disculpas por haber entronizado y promovido como la solución de las soluciones al hoy detenido y acusado de delitos comunes general Otto Pérez Molina.
Tal parece que estos defensores de lo indefendible no escarmientan. Su candidato Morales, ese que se vendió demagógicamente como el portador iluminado de la antipolítica, ha demostrado en apenas unas semanas que en sus prácticas de gestión pública tiene introyectados los virus más perniciosos de la vieja política.
El político serio y defensor de la moralidad pública, al saber que uno de sus asesores es un plagiario de larga data, no lo defiende. Le pide que se retire. Sin embargo, Morales nos ha dicho que el señor Lam se ha retirado por su propia voluntad, por lo que es válido afirmar que, si su asesor no se hubiera retirado, el presidente electo, a pesar de todas las evidencias, lo tendría a la par y negociando en su nombre. ¿Aceptamos esa inmoralidad solo porque él dice que es honesto? Considero que no. Y sus promotores y defensores deberían ser los primeros en exigirle que se comporte de manera drástica, y no ambivalente, ante actos como esos, que son ni más ni menos formas de actuar de los políticos tradicionalmente corruptos, aunque, como Pérez Molina, digan que no hicieron nada. Si condenaron a Baldizón, la condescendencia y las medias tintas de su hoy presidente también deben ser condenadas.
El señor Morales aceptó no tener programa de trabajo, y sus defensores en un abrir y cerrar de ojos dejaron de exigir esas hojas de ruta y dijeron que se podía llegar al poder sin más orientación que las buenas intenciones. Sin embargo, como los viejos políticos, Morales Cabrera dispuso entretener a la Comisión de Finanzas del Congreso para, demandando no tener controles para la ejecución del gasto público, conseguir que no se aprobara ningún presupuesto y así usar el que la alianza espuria del PP y Líder dejaron para este año. Esas artimañas son de los viejos políticos, y para nada de un gestor público que se dice portador de nuevas y renovadas prácticas.
De acuerdo con sus defensores, quien ganó las elecciones para el Ejecutivo fue una opción clara y evidentemente de derecha conservadora, por lo cual, si el licenciado en Administración de Empresas Jimmy Morales se comprometió a convocar a los mejores técnicos para definir las prioridades de su gobierno, escuchar a expertos que consideran ese pensamiento ineficaz para salvar el país podría haber sido una simple cortesía, pero, por ser parte de un sistema democrático escuchar al Icefi, a la Landívar o a la USAC, habría sido muestra de amplitud y de seriedad política. Sin embargo, no solo no ha convocado a ninguno de ellos para conocer sus propuestas, sino que a dos semanas de que se tenga que aprobar el presupuesto dejó a sus correligionarios del CIEN silbando en la loma y como los políticos tradicionales prefirió lanzarse a realizar mítines de agradecimiento para tomar esos baños de masas que tanto adoran los demagogos y populistas.
Morales ya ganó las elecciones, por lo que no necesita saltar de tarima en tarima para que lo vitoreen y halaguen los acarreados del momento. Pérez Molina era experto en eso, pero resultó ineficiente para gobernar y corrupto en todos los aspectos.
Morales, el de la comicidad simple y barata, habló de política de puertas abiertas, pero sus reuniones con los expresidentes se han realizado a puerta cerrada y sin mayor conocimiento de sus intenciones y resultados. Que esos diálogos son valiosos e importantes nadie lo niega, pero sus asesores, acostumbrados a la conspiración y a ocultar las intenciones reales de sus actos, lo han hecho actuar no cómo los políticos tradicionales, sino como los militares autoritarios que en las décadas de los años 70 y 80 suponían que no debían ninguna explicación a la ciudadanía, de modo que Morales solo brindó escuetas explicaciones cuando los medios descubrieron sus no publicitados encuentros políticos.
El combate a la impunidad exige acciones y recursos, y no solo retórica, afirmó este viernes 13 de noviembre el comisionado Iván Velásquez, y la respuesta del presidente electo resultó simple y llanamente en eso: retórica.
Si estas son las vísperas, ¿cómo serán las fiestas? La ética, la transparencia, la información acertada y el alejamiento de la demagogia y del populismo no han sido sus prácticas estas semanas. Es de esperar que pronto cambie su comportamiento para de esa manera dejar de criticarlo y apoyar sus aciertos.
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