Porque nos dan vergüenza. Sobre todo a las mujeres, a quienes nos inculcan ese sentimiento desde el primer «siéntate bien; no abras las piernas» que escuchamos cuando estamos con falda. Pocas conductas hay tan íntimas como las sexuales y que repercuten tanto en nuestra vida pública, al punto de hacer que dimitan políticos y abdiquen reyes.
La vergüenza es un motivador muy poderoso, que trasciende lo meramente legal y tiene todo que ver con el escarnio público. Qué es vergonzoso varía de época a época y de cultura a cultura. Incluso, hay diferentes consideraciones dependiendo del grupo etario en el que nos movamos. Pero el sentimiento es igual de fuerte para cualquiera, y por eso sirve tanto para persuadir.
El problema es que en Guatemala tenemos tergiversado por completo qué debe ser causante de reprobación. ¿Que si roba un político? Era lo que tenía que pasar si era listo. ¿Que si hay violaciones? Culpa de quien recibió la agresión. ¿Que si apaño a mis cuates cuando están haciendo algo malo? Para eso son los amigos. Pero pobre de quien entre adultos con consentimiento decida tener algo del menor tinte sexual porque se le derrama todo el ácido social y se le aparta como a un paria.
En estas épocas de escándalos, violaciones de privacidad y espionajes de conversaciones íntimas les da más pena a las víctimas de esos abusos que a los que los perpetran. Porque van a salir enseñando algo que pueda ser sexual. Pareciera que en Guatemala nadie coge.
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Hay un remedio infalible para sacarse esta situación pesada de encima: dejar de ser hipócritas y entrometidos. Si dejáramos de preocuparnos de lo que hacen las demás personas con sus cuerpos y fuéramos sinceros y honestos respecto a lo que hacemos con los propios, ¿de dónde se puede asir alguien sin escrúpulos para causarnos vergüenza?
En donde sí debemos poner presión es en todas esas conductas que nos afectan a terceros no involucrados. En todo eso que pareciera que aplaudimos en vez de reprobar.
¿Han tratado alguna vez de no sentirse mal por las cosas que hacen? Y, si les dan vergüenza, ¿por qué las siguen haciendo?
Desde hace mucho tiempo he dicho que en Guatemala está mejor visto ser infiel que tener una relación abierta y puedo entender por qué. La sinceridad que requiere es demasiado trabajo para una sociedad que está acostumbrada a ocultar todo lo que pueda ser considerado medianamente no conservador, aunque todos sepan de las costumbres más desatadas de las personas que la conforman. Los valores tradicionales se han mantenido porque han servido para mantener unidas instituciones que trascienden, como la familia y la honorabilidad. Pero, si solo nos están sirviendo para darle armas a gente que va a querer manipularnos e intimidarnos, es un buen momento para reconsiderar nuestras prioridades valorativas.
A todas las personas que tienen miedo de ser implicadas en el escándalo de los textos descubiertos, del espionaje y de la violación de intimidad que acaba de suceder, les deseo que no les afecte en su vida normal lo que hayan hecho en la intimidad. Nadie debería sentir vergüenza por eso, y a nadie que no esté directamente involucrado le debería importar ni un poco. Tal vez en algún futuro maduremos como sociedad y ya no seamos un grupo de adolescentes juzgones a quienes les gusta tener poder sobre los demás. Vamos a seguir tomándonos fotos y escribiendo textos íntimos. También sería ideal que no lo hiciéramos a escondidas de las personas que puedan verse directamente afectadas. Lamentablemente, por el momento, no nos queda más que borrar archivos, pedir reciprocidad en la purga electrónica y cruzar dedos.
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