La recurrencia del control social

Son herramientas que persiguen distintos objetivos, desde limitar los espacios de expresión, movilización y pensamiento hasta eliminar toda forma de organización y permitir así la existencia solo de aquellas que levanten el perfil de los gobernantes o respalden las medidas oficiales.

Durante años hemos pensado, erróneamente, que este tipo de prácticas nefastas estaban superadas en Guatemala. La realidad nos hace aterrizar de romplón. Hoy es usual dejar documentos de identificación en oficinas, condominios y otros sitios, sin idea de lo que se hace con estos cuando se escanean, hasta pasar por los controles de seguridad usados en todo tipo de instituciones, donde guardaespaldas disfrazados de lo que no son registran a más no poder, anteponiendo la duda sobre la seguridad y manifestando ese tipo de comportamientos prepotentes propios de una sociedad altamente militarizada.

La cosa no queda allí. Ahora se redoblan las acciones de otro tipo de control: el uso de escuchas telefónicas, no necesariamente para investigar los cuerpos ilegales, y sistemas de intercepción en medios informáticos. A lo anterior agreguemos otra variante: personal de las instituciones públicas, que también se presta o usa para esos menesteres. Controlan conversaciones, gestiones, transacciones, asistencia. Usan buena parte de su tiempo y de los recursos públicos a su disposición para atender misiones encubiertas que nada tienen que ver con sus supuestas tareas. Están al servicio de grupos oscuros, que ahora pululan por diversos espacios, en una nueva dimensión del control político. Todo aquel que actúe, piense o siembre duda entra en la lista. Al cabo del tiempo se le defenestra, se le saca de la jugada, lo cual implica aislamiento. Si sigue en esas, se le conmina, amenaza y persigue como etapa anterior a su eliminación física.

Esa etapa está reviviendo con nuevos brillos. El imán ya está en el ADN de varios segmentos, por lo que es más fácil revivir este tipo de prácticas que terminan de extinguir lo poco de ciudadanía que aún creemos tener.