Es cierto que la nota tiene ese tonito condescendiente de los artículos de la prensa primermundista cuando descubre una flor en medio del estercolero. ¡Ay, miren qué chulos los chapines, pusieron una empresa que usa computadoras!
Y no es demeritar el esfuerzo de estos empresarios que quieren replicar el Silicon Valley a diez cuadras de donde operan Los Ángeles Justicieros, ese grupo de sicarios liderados por un tuerto que responde al nombre de El Chaparro, que además es cojo y fue contratado por los vendedores del mercado de la terminal para acabar con los carteristas y mareros. A ocho cuadras de donde las putas de a Q30 gritan obscenidades desde la puerta de las cantinas de la quinta avenida y novena calle de la zona 4 y a dos cuadras de la barra show donde venden coca y hay putas de a $200.
No. Yo sí creo que está bien que quieran vivir como mejor les parece y que pongan empresas y generen empleos. Eso no está para nada mal.
Si la idea es crear una burbuja donde jugar a ser hipster y, paredes adentro, sentirse como en California, super-cool-pues. Y si después quieren subirse al carro y andar ahuevadísimos por tanta delincuencia hasta que llegan al centro comercial y sentirse como si anduvieran en Miami, réquete. Y, luego llegar a casa y sentirse como si están en Noruega o Madrid, chapeau.
Y si quieren, hasta pueden tener una vacación à la Tortrix de vez en cuando y ponerse unas suaves chapinas e irse a comer unos shucos (del liceo, no de la zona 14) y presumir que conocen un puesto en el mercado donde venden buenos chiles rellenos y decirle “doñita” a la señora que los prepara. No tiene nada de malo, digamos.
Ahora, lo que sí me jode es que mis cuates del Facebook pretendan hacerme creer que eso es una señal de progreso en Guatemala. Que lo compartan por las redes sociales como si fuera un logro. Que me vengan a decir que eso, cuatro grados norte, Mateo Flores, Von Ahn, el inventor de la incaparina, Viñals, el triunfo de Pérez Molina sobre Baldizón y el que inventó el Café Incasa son señales de que en Guatemala hay esperanza. No, hombre, hace falta muchísimo más.
(Acá es donde comienza a lloverme mierda y me acusan de que no quiero a Guatemala y me cuestionan si yo he hecho algo por Guate).
Pero no se trata de eso. Se trata de que los chapines andan buscando constantemente señales, motivos, augurios de que las cosas van bien, de que el cambio está la vuelta de la esquina. Y comparten el artículo en FB para validar que Guate es Calidá. Esa mentalidad animista de que Dios va a tocar el corazón de los secuestradores, los políticos corruptos, los delincuentes, los traficantes y los zetas y que de pronto se van a volver todos hermanitos y le van a ir a tocar el saco a Cash Luna.
Y andan buscando las señales de que los chapines podemos, que estamos a punto de ver la luz al final del túnel. Y por eso las elecciones son como ese momento ideal para creer que hay una esperanza, una oportunidad de cambio para el país.
Pero al final de cuentas, a los guatemaltecos que tienen la capacidad de cambiar las cosas no les interesa que cambien. Pasa que cada sociedad se funda sobre una promesa, sobre un contrato escrito o tácito en el cual cada quien se compromete a algo y espera recibir determinadas cosas a cambio.
Los gringos, por ejemplo, tienen la idea (no digo que sea cierta) de que si uno se esfuerza y trabaja duro, el progreso económico es inevitable. Que la ley es igual para todos y que la seguridad personal y de los bienes está garantizada.
Los europeos confían en la red social, supongo que cada vez con menos razones válidas para ello. No el Facebook, tarados. La otra red social, esa red de seguridad en la cual es impensable que una persona vaya a pasar frío en invierno o que un desempleado pase hambre. En algunos países hasta se garantiza que la educación, de todo tipo, será gratis y de la máxima calidad. Obviamente, no siempre se cumple, pero es la promesa que el estado hace cuando te quita la mitad de tus impuestos.
En Guate, la promesa es otra. Es que si uno pertenece a un determinado estrato socioeconómico va a poder matar a su esposa a puros vergazos y secuestrar a sus hijos y no va a pasarle nada y lo peor que puede suceder es que luego de una prolongada campaña de indignación en Facebook la justicia se mueva para apresar a la mamá que a la vez sirve de encubridora. La promesa es que se va a poder tener uno, dos o tres sirvientes, chofer, guardias de seguridad, jardinero, niñeras y guardaespaldas y todo por unos centavos. La promesa es que los impuestos son bajitos. La promesa es que si atropellas a un cerote, te vas a la mierda y, a menos que sea un pizado importante, nadie lo va a investigar porque al final de cuentas, ¿quién que es alguien cuya muerte merezca ser investigada anda a pie pues? La promesa es que si te agarran y tenés pisto, decís que te duele el pelo y te mandan a un hospital a esperar el juicio. La promesa es que podés hacer un desfile de modas que algún malpensado puede calificar como una burla racista y aún así congregar a la crema y nata de la sociedad en la capital de las tensiones étnicas y aún así salirte con la tuya. La promesa es que si tenés cómo, vas a poder recrear esos espacios de comodidad, esas burbujas, que por un rato te dan la impresión que estás en Estocolmo, Miami o Nueva York. La promesa es que siempre va a haber alguien a quien poder meterle la verga, a quien explotar.
Suena bien, ¿no? ¿Y qué hay que dar a cambio? Es poco para el ROI (Retorno de la Inversión, para los que no fueron a la Marro). Es todo cuestión de quedarse quieto, de no mover los maicitos, como diría el difunto maestro Quiroa. Es cuestión de que si uno es de esos guatemaltecos que de verdad puede cambiar las cosas, te vas a empeñar en hacer que parezca que estás haciendo cambios cuando en realidad estás haciendo ajustes. Es cuestión de que vas a tirarle mierda a los políticos, pero debajo de la mesa vas a pactar que la próxima reforma fiscal joda más a los pobres y a los asalariados y, si no jugás en esas grandes ligas, por lo menos te vas a hacer la bestia e incluso vas a querer ser como ellos. Es cuestión de que vas a ir a tirar una tu libra de arroz afuera del Paiz Gala cuando anuncian que hay hambre en Chiquimula. Y si de veras sos de a huevo, vas a ir a ayudar a la gente pobre haciéndole casas o llevándoles chamarras cuando hace frío y vas a regresar con la certidumbre de que de-veras-pues-esa-gente-es-pobre-porque-quiere. Es cuestión de que si tenés pisto, vas a darle un pushito a cada uno de los candidatos para asegurarte que, quede el que quede, te garantice un trato preferencial. No digo que en otros lados no ocurra, digo que en Guatemala es más burdo y descarado.
Después de todo, se trata de asegurarnos que Guatemala siga siendo ese país donde pasa de todo -incluso un Silicon Valley a seis cuadras de donde el Chaparro se gana la vida matando carteristas-, pero nunca pasa nada.
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