En geopolítica se habla de escenarios dinámicos, pero normalmente tienen un desarrollo lento y previsible. No se cambia el orden mundial en una década. Sin embargo, cada tanto hay hechos que alteran el rumbo de las cosas, como una guerra, un acuerdo, una elección, una alianza, una catástrofe natural, una crisis económica o algo que no se veía hace más de un siglo: una pandemia.
Para entender lo que puede pasar tenemos que comprender lo que hemos vivido. Hace 75 años, con el final de la...
En geopolítica se habla de escenarios dinámicos, pero normalmente tienen un desarrollo lento y previsible. No se cambia el orden mundial en una década. Sin embargo, cada tanto hay hechos que alteran el rumbo de las cosas, como una guerra, un acuerdo, una elección, una alianza, una catástrofe natural, una crisis económica o algo que no se veía hace más de un siglo: una pandemia.
Para entender lo que puede pasar tenemos que comprender lo que hemos vivido. Hace 75 años, con el final de la Segunda Guerra Mundial, se reconstruyeron los mapas y se creó un nuevo orden mundial con el antagonismo de Estados Unidos y la Unión Soviética: democracia frente a totalitarismo, liberales frente a comunistas. Además, se constituyeron todas las entidades multilaterales que garantizarían la gobernanza global. La Guerra Fría partió al mundo en dos y duró 35 años, hasta el desmoronamiento de todo el bloque socialista a inicios de los 90. Esa victoria moral determinó los siguientes 30 años de una sola superpotencia, durante los cuales, al influjo de la tecnología, el mundo se globalizó vertiginosamente. El movimiento de bienes, capitales y personas alcanzó su máximo en la historia, pero a su vez creó una serie de problemas que gestaron una reacción nacionalista en algunos de los países más desarrollados. Y mientras Europa se entrampaba en sus problemas demográficos y Estados Unidos se desgastaba en su rol de líder mundial con guerras abiertas por todo el planeta, sucedían dos cosas a la vez. China, a partir de las reformas de 1978, se transformaba en tiempo récord en la potencia económica y tecnológica capaz de medirse de igual a igual con Estados Unidos. Y Rusia, con la mano de hierro de Vladímir Putin, recuperaba su autoestima y volvía a ser un protagonista global a nivel político y militar.
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El equilibro global iba camino a una nueva ecuación cuando en 2016 sucedieron dos hechos que aceleraron notablemente el cambio. El Reino Unido votó su salida de la Unión Europea —la misma que ellos habían fundado y de donde nadie jamás había querido salir—, en el mejor ejemplo de un acuerdo donde todos pierden. Y, tras ellos, Donald Trump fue elegido como nuevo presidente de Estados Unidos, de modo que se hizo realidad su eslogan de campaña: «America first».
Así es como la principal potencia comienza un repliegue estratégico despreciando muchos acuerdos internacionales como el Pacto de París, el Tratado Nuclear con Irán y el Tratado de Misiles con Rusia. Se sale de la Unesco, amenaza con abandonar la OTAN y desprestigia a la ONU, pero sin dejar de lado su proteccionismo en lo económico y su desinterés en lo geopolítico. De esta forma, el mundo se vuelve rápidamente más inestable. Los vacíos se tienen que llenar. Así es como, en el tablero militar, Rusia y Turquía salen como vencedores en la guerra de Siria y amenazan a Europa en distintas formas: suministro de energía y crisis de migrantes, entre otras. China, un país comunista, se vuelve el propulsor del libre comercio mientras acelera su gasto militar y construye la Nueva Ruta de la Seda. Japón abandona su neutralidad. La puja entre Arabia Saudita e Irán vuelve a tener relevancia. Una India cada vez más nacionalista va ganando poder, y el centro de gravedad del mundo se desplaza hacia Oriente. Por si faltara algo, una nueva modalidad de gobernar, que no sabe de ideologías, se expande por el mundo: el populismo.
Dentro de este panorama bastante confuso iniciamos un 2020 que a las pocas semanas fue dinamitado por algo que nadie pudo prever: una pandemia global de la cual no sabemos todavía ni su alcance ni su potencial destructivo, tanto en vidas como en el tamaño de la recesión en la que va a hundir a la economía global.
Lo seguro es que vamos a tener el reacomodo más grande de los últimos 70 años en el tablero geopolítico mundial. Habrá ganadores y perdedores, dependiendo de cómo gestionen la crisis y de cómo estén preparados para iniciar la recuperación. Pero hay una pregunta de fondo que sobrevuela toda la discusión: ¿todos juntos o cada uno por su lado? La respuesta puede marcar el fin de la era de la globalización y el inicio de la gestación de un nuevo orden mundial.
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