En este sentido, cualquier esfuerzo que se haga a nivel individual, social o gubernamental (soñar no cuesta nada) es de beneficio colectivo y servirá, sin duda, para paliar algunos de los efectos que aún están por verse. En la búsqueda de esta información encontré hace poco el libro Aprende a controlar tu ansiedad (2017), de los psiquiatras y terapeutas estadounidenses Chris Cortman, Harold Shinitzky y Laurie Ann O’Connor.
La tesis central del libro gira en torno a cómo vencer la ansiedad, sobre todo en aquellas personas que, luego de varios tratamientos de diversa índole, aún tienen problemas para controlarla. Afirman, entonces, que para mantenernos mentalmente sanos es necesario hacer tres cosas: meditar, comer sano y ejercitarse de manera regular. Sin embargo, insisten en que este equilibrio se logra si y solo si estas tres actividades se realizan de manera simultánea.
Para quienes no contamos con una tradición en ninguna de estas áreas porque no han sido prioridad en nuestra educación formal una nutrición sana y una rutina diaria de ejercicios (hecho por demás lamentable y objeto de análisis para extensos estudios), la propuesta plantea ya algunas dificultades. Eso, obviamente, sin mencionar la meditación, que en nuestro medio se ha convertido por épocas en una cuestión incluso de moda y de negocio y que por ello puede alejar más que invitar. Otro tanto para discutir. La propuesta está, en todo caso, ahí.
Si bien meditar, comer sano y hacer ejercicio son actividades cuya ejecución resulta de difícil práctica dadas las circunstancias actuales, si se desea, pueden realizarse. Por mi lado, opino que, además, para no pensar solo en nosotros mismos y en nuestra trágica situación (como país, no creo exagerar), otra opción es también tener al menos una mascota.
Quienes la tienen estarán totalmente de acuerdo conmigo. Quienes aún no han tenido esta experiencia, sería aconsejable que como mínimo pensaran en esta saludable opción.
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Como se sabe, las mascotas más populares son los perros y los gatos. Cada uno tiene características diferentes y conlleva cuidados especiales. Los perros son los amigos fieles, sin más. Son retratados en un sinnúmero de libros, películas y programas de toda índole, en los que se muestran los beneficios que generan a quienes conviven con ellos. Los gatos, por su lado, si bien son más independientes, una vez que se han adaptado a su hogar son seres llenos de bondad, de magia y de autonomía, que muestran su afecto sincero solo cuando realmente lo sienten. Mucho que aprender de ambos.
Así pues, en esta época pandémica que se ha prolongado ya más de un año, las mascotas han jugado —y pueden jugar— un papel más que importante. Acompañan, liberan tensiones, distraen la atención, divierten o generan gran cantidad de emociones en quienes conviven con ellos. Más allá del contacto con la familia y con las amistades, que para muchos ha disminuido considerablemente ahora por la necesaria distancia, la soledad es menos estridente si en casa se cuenta con un perro, con un gato.
Eso sí, es necesario comprender que hacerse cargo de una mascota implica tanto compromiso como responsabilidades que solo terminan cuando el dueño o la mascota fallecen. Es decir, hay que proporcionar una vida de calidad y cuidado al nuevo miembro de la familia. En principio, que viva en un espacio limpio y adecuado a su tamaño, que esté bien alimentada, con las visitas de rigor al veterinario, con las vacunas al día, y de preferencia que sea esterilizada. Mejor adoptarla que comprar. Es una vergüenza nacional que en Guatemala deambulen tantos perros y gatos en condiciones de abandono por las calles.
Recordemos que una mascota nos proporciona compañía, nos retribuye con amor y, sobre todo, nos enseña el arte de amar de manera incondicional. Esto último, tan necesario en nuestro país.
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