Nuestras opciones no tenían diferencia alguna. Ofrecimientos más, ofrecimientos menos, como bien dice Martín Rodríguez Pellecer, es el turno de los conservadores. En esa tragicomedia, los gobernantes están supeditados a la élite y el Estado débil o ausente, incapaz de hacerles frente, es el caldo de cultivo para el fracaso total. Yo agrego: También es el turno de los empresarios vulgares.
El hecho de que hayamos tocado fondo llegando al extremo de tener que elegir entre lo que cada guatemalteco consideró “lo menos peor”, nos hace reflexionar en la urgente necesidad de reformar la Ley de Partidos Políticos y la Constitución misma, para sacar adelante al país de ese atascadero donde, cada candidato que gana, llega más endeudado que la propia palabra y todos sus ofrecimientos clientelares acaban en el cesto de la basura para dar paso a la felonía que caracteriza a la “recuperación de fondos”.
El domingo 6, en horas de la noche, pude palpar la mezquindad política en su mejor acepción. En el pueblo de San Juan Chamelco, cerca de las 21:30 horas, después de una marchitada cohetería la cual parecía más final de zarabanda que algarabía, unas 20 personas permanecían frente a la sede del Partido Patriota cerrada a piedra y lodo. Hombres y mujeres eran de aldeas cercanas y esperaban quién sabe qué o a un Godot que les llevara cuando menos, la cena de esa noche. Su mirada era triste y desesperanzadora. La mía no lo era menos. Pensé entonces que el otrora imperio de los tránsfugas del Frente Republicano Guatemalteco que pancistas migraron hacia el Patriota, había llegado a su fin.
Esa mirada triste y vacía se replicaba a lo largo y ancho del territorio nacional. Hubiese quedado Chana o Juana habría sido igual. Se percibe hasta en el mismo rostro de Pérez Molina quien, aunque un poco más sonriente, resiente ya la presión de doce años de endeudamiento en campañas politiqueras que no políticas y también, la pérdida de su libertad. Ya no es más el general de la paz (si es que alguna vez lo fue) ni el candidato presidencial. Es el Presidente quien, a título particular, debe retribuir los favores recibidos en todos estos años de lucha partidista.
Indudablemente, la oligarquía ha colocado sus larvas en todos los estanques, léase: todos los partidos políticos de Guatemala.
El problema para quienes gobernarán a partir del 14 a las 14 horas, y también de doña Oli (garquía), es que el pueblo-pueblo cada día toma más conciencia de la realidad nacional. El ejercicio del sufragio cada vez mayor tiene un componente subliminal que sobrepasa el contexto de la influencia propagandística. Es la apropiación de la responsabilidad ciudadana. Y día a día, la población se percata de que, un pueblo donde el valor de la canasta básica está por encima del ingreso para el sustento, es un pueblo de esclavos.
Quedan a la sazón cuatro opciones que pueden capotear un estallido social: La reforma a la Ley de Partidos Políticos, la reforma a la Constitución –pero no como lo desea la “marea blanca”–, una reforma fiscal y el empoderamiento de los COCODES, COMUDES Y CODEDES. De estos tres niveles, los menos contaminados por los politiqueros marrulleros son los COCODES y los COMUDES. Y, en cuanto a organizaciones político partidistas, es el momento de retomar la opción de que los comités cívicos puedan proponer candidatos a diputados, como se intentó en 1985.
Las cosas por su nombre, todos los candidatos eran la misma mica. Títeres de los mandamases que tenemos montados desde hace 500 años y quienes han sabido manipular las dirigencias sociales. Pero, tanto va el cántaro al agua que al fin se rompe.
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