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La memoria y el silencio

La violencia y opresión de ayer son mucho más elásticas de lo que parecen. Nos alcanzan hoy hasta el subconsciente, hasta la casa, hasta la cama.
Tipo de Nota: 
Opinión

La memoria y el silencio

16 de Junio de 2011
Palabras clave

Fuera de amarillismos, Guatemala sigue siendo una tremenda postal del terror: matanza de 27 campesinos, 25 decapitados presuntamente al estilo kaibil; recurrentes cadáveres que aparecen con marcas de tortura y manos atadas; sistema de justicia débil (o sea: coludido, vendido, encubridor); trozos de cuerpos embalados, utilizados como canal para enviar mensajes; una Comisión Internacional contra la Impunidad que llega al país porque existen cuerpos ilegales y aparatos clandestinos de seguridad, algunos vinculados al Estado; un promedio de 17 muertes violentas al día (46 por cada 100 mil habitantes); crimen organizado infiltrado en el Estado, especialmente en el Ministerio Público, el de Gobernación y el de Defensa, e inmensos fajos de billetes circulando bajo todo tipo de negocios derivados de lo anterior.

La violencia se orquesta a la perfección y reporta jugosas utilidades. Somos una balacera cara.Sin embargo, todos los matices de esta guerra diaria ya son cuentos viejos que han dejado de sorprendernos, de producirnos escalofríos, de movernos la tierra bajo los pies. Vemos, oímos y vivimos esto a diario y permanecemos inmutables. Ya lo hemos normalizado, en medio de nuestra esquizofrenia social: somos impermeables.

Que todos y cada uno de estos males aparentemente aislados e inconexos,...

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