De concretarse el inicio del debate oral, sería este el primer caso en el cual un ex Jefe de Estado es llevado a juicio por genocidio en las cortes de su país. Los otros procesos que conoce la historia se han conducido por tribunales internacionales ante la imposibilidad de que se juzgue en los sistemas nacionales.
Guatemala podría hacer historia en un sentido diferente al que lo hizo hace más de tres décadas, cuando se cometieron los actos de genocidio. Aún con la fragilidad institucional en el sistema de justicia (tanto el de persecución como en el de procura e impartición), el llegar a debate en este caso, tiene un valor cuya importancia difícilmente es apreciable cuando los ojos están cegados por la cortina de la impunidad.
Desde que el proceso inició en 1999, con la denuncia desde Nebaj, una de las comunidades que integran la zona ixil, han transcurrido 14 años. Casi la mitad de los años que han pasado desde el momento en que se dieron los hechos. Una cuenta larga de once mil 200 días de silencio, de dolor adormecido y de inquebrantable fe en la justicia.
Ésa es la más hermosa lección que ofrecen las comunidades integrantes de la Asociación Justicia y Reconciliación –AJR. Ellas han mantenido firme su decisión de fortalecer el sistema de justicia y con ello la democracia, permitiendo a esta sociedad encender la luz al final del túnel de la impunidad.
Y lo menos que les debemos a esas comunidades, a las y los testigos, a los sobrevivientes, a las familias, y a nosotras y nosotros mismos, es darnos el tiempo de escuchar. Abrir la mente y el corazón a las palabras de quienes por tres décadas han sobrellevado la memoria de la tragedia y la han convertido en acción por la esperanza y por la vida.
Un caminar en el cual la AJR no ha estado sola. El Centro para la Acción Legal en Derechos Humanos (CALDH), así como el cuerpo de abogados por los derechos humanos, han sido un apoyo vital para la Asociación en la búsqueda de justicia.
Ningún testigo es fabricado. Ningún perito es improvisado. La preparación del proceso bien puede ser una academia de derecho penal y de litigio en derechos humanos, que aportará a la historia. Y es un aporte que no se quedará en el ámbito legal o procesal solamente. Las comunidades que han invertido su tiempo en la reconstrucción de la memoria, en la procura de justicia, han sacrificado tiempo y recursos en este esfuerzo. Una vez iniciado el juicio no serán las mismas. Tendrán en su haber y en su memoria el aporte que han hecho a la historia y a la humanidad.
Ese caminar de caites movidos por pies morenos de hombres y mujeres mayas. Esas miradas de ojos brillantes y reflexivos que guardan la imagen del dolor, también sabrán brillar en el encuentro con la justicia. Esos hombres y mujeres, testigos, peritos, abogados, defensores y defensoras de derechos humanos que han aportado miles de granos de arena en el proceso, podrán sonreír por el deber cumplido.
Una vez iniciado el debate, Guatemala no será la misma. A pesar de nuestras várices en estas venas abiertas de dolor e inequidad, podremos brillar con alivio ante el primer paso hacia la luz de la justicia por genocidio. A respirar hondo y a disponer el corazón y los oídos, para que el silencio a que se ha condenado a las comunidades que sufrieron el genocidio, se rompa con la posibilidad de que cuenten su historia en las cortes nacionales. Sólo así, se hará la luz once mil días después de la noche oscura de terror.
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