Hace cuatro años la vimos venir. Mas la oferta de mano dura, la promesa de trabajo abundante y todos los cantos de sirena que el Partido Patriota y su desastrado líder nos hizo oír ruidosamente convenció a las masas de que el porvenir sería diferente. Y así, la terrible crisis social, política y económica que hoy vivimos sentó reales en toda su dimensión.
Esa crisis implica una verdadera miseria. Cientos de pequeños negocios han cerrado puertas. La SAT valientemente clausura tiendas, pulperías y hasta ventas de helados porque no se extiende una factura cuyo valor no supera los dos quetzales, pero hace oídos sordos y ojos ciegos ante el brutal sistema financiero y bancario para cuyos mandamases el concepto de humanidad es inexistente. Sí, me refiero a ese sistema donde el dinero vale más que la persona. Y el recién publicado informe de la Cicig, El financiamiento de la política en Guatemala, vino a confirmarnos que estamos en la mayor crisis que haya conocido la historia de Guatemala: narcotráfico y cierto tipo de empresariado inmoral son los financistas de los partidos políticos.
No obstante, por lo que se ve, la población no está dispuesta a seguir aceptando las afrentas y los menoscabos a los que ha estado sometida. Y la comunidad internacional tampoco va a permitir más vaciado de los dineros que ha inyectado después de la guerra interna. Ad intra y ad extra, la paciencia fue colmada.
Pero parece que la lección sí la aprendimos. O la estamos aprendiendo. El señorío político es absolutamente nuestro. Este tiempo y espacio ha de servirnos de parteaguas. A partir de ahora no habrán de espantarnos con el petate del muerto ni manosearnos porque somos un pueblo unido, si bien intentos hay de dividirnos. Baste ver el triste papel que está jugando el Conic y el magisterio de Joviel Acevedo para darnos cuenta de cómo se compran y venden las conciencias.
A pesar de esos sucesos —a lo Conic y a lo Acevedo—, el momento y el espacio del pueblo-pueblo ha llegado. Hemos de revisar de inmediato las características del tipo de sociedad que tenemos y contrastarlas con las tipologías que deseamos. Y estar ojo avizor a los intentos que sobrevendrán a fin de imponernos lo mismo de siempre: una chumacera de economía capitalista que se disfraza de oveja siendo un roñoso chacal. Los señores de arriba no se duermen. Ni ellos ni sus muñecos de ventrílocuo.
Nortes y horizontes tenemos. La reciente visita del papa Francisco a Sudamérica nos ha dejado retos sustanciales. Sobresalen tres: el diálogo entre todos los sectores de la sociedad, el respeto a las diferencias para lograr objetivos comunes y evitar a toda costa «la cultura del descarte». Hemos de impedir —de hecho y por derecho— que nos sigan tipificando como sujetos de descarte.
Una sociedad que lee e investiga no se deja babosear fácilmente. Pregunto: ¿sabemos cuál es el monto de nuestra deuda externa?, ¿tenemos conocimiento del total de dinero robado en este desbarajuste gubernamental?, ¿somos conscientes de que si lográramos que los ladrones disfrazados de políticos devolvieran lo sustraído podríamos pagar nuestro adeudo ante los acreedores internacionales? Y no echo en la cuenta aquellos bienes que resultan de la aplicación de la Ley de Extinción de Dominio.
Estamos en un momento decisivo. Leamos, informémonos, investiguemos, hagamos oídos sordos a esos politiqueros insulsos que ya andan abriendo su inmunda bocaza para proferir sus cuatrienales mentiras y tomemos decisiones a la luz de la verdad.
El informe de la Cicig El financiamiento de la política en Guatemala es un buen andamio para iniciar nuestras propias averiguaciones.
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