En los temas de desarrollo rural se aprecia con mayor claridad que, si no se realizan primero las inversiones de mayor riesgo (por ejemplo, los pozos en el tema de riego, los caminos rurales para comunicar comunidades con vías principales o los centros de acopio para grupos organizados), la inversión privada no se generará en los volúmenes necesarios ni con un sentido de oportunidad apropiado.
Las políticas económicas diseñadas en épocas recientes incluyen un prerrequisito de alta inve...
En los temas de desarrollo rural se aprecia con mayor claridad que, si no se realizan primero las inversiones de mayor riesgo (por ejemplo, los pozos en el tema de riego, los caminos rurales para comunicar comunidades con vías principales o los centros de acopio para grupos organizados), la inversión privada no se generará en los volúmenes necesarios ni con un sentido de oportunidad apropiado.
Las políticas económicas diseñadas en épocas recientes incluyen un prerrequisito de alta inversión pública que, conforme se aprecian la reticencia y los condicionamientos de quienes aprueban los presupuestos, así como las ataduras o ineficiencias de quienes los ejecutan, no se van a dar en los próximos años. La inversión en infraestructura productiva no es solo un componente clave de competitividad, sino también un clásico generador de empleo con características anticíclicas. Pero, para nuestro medio, podemos decir que es uno más de los instrumentos de política económica baldados de nacimiento.
Se tiene la necesidad de generar inversiones masivas de recursos públicos para revertir la desaceleración de la economía y crear condiciones para que las inversiones privadas acompañen el esfuerzo y se genere empleo en conjunto. Pero las trabas legales y técnicas que se encuentran en el camino se ven potenciadas por la ausencia de confianza en las instituciones y en sus administraciones.
Esa falta de confianza es el valor intangible cuya pérdida quizá no ha sido cuantificada. Y es el requisito previo para que pueda iniciarse una ruta de crecimiento económico y de bienestar, ya que la lógica de la inversión es férrea: primero debe pasar la inversión pública y manejar el nivel de riesgo para que atrás venga la inversión privada. En el sistema capitalista ha sido así y seguirá siendo así por siempre.
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