Y es cierto, porque la corrupción y la impunidad las encontramos desde la imposición de la colonia hasta nuestros días y no han permitido que el país logre un desarrollo participativo, diverso y equitativo. El engaño, la explotación y la violación a la ley son realidades que se viven en permanencia, a pesar del discurso del Estado democrático.
Efectos del colonialismo son las intenciones de los sectores de poder y aliados de celebrar los 500 años de la sangrienta invasión y la fundación de Quetzaltenango. El perfecto colonizado presume su ignorancia y hace fiesta de su tragedia, perpetuando la sumisión y obediencia al sistema que ha mantenido en los límites de la sobrevivencia a la mayoría poblacional, dentro de la cual los pueblos afectados directamente por la invasión han llevado la peor parte.
[frasepzp1]
Quetzaltenango, tiene una historia de poblamiento desde antes de 1,524. Los pueblos fundantes Mam y K´iche´ –relacionados a veces tensa y violentamente–, descendientes de la matriz civilizatoria Maya, forjaron un emporio cultural, económico, social y demográfico que aún conserva su raíz como pueblos.
Kulajá, Xelajuj Noj y Quetzaltenango, forman un todo histórico y territorial que ya existía antes de la llegada de los invasores. Recientes estudios demuestran que, desde cientos de años antes del hecho sangriento colonial, las relaciones sociales, económicas, culturales y políticas ya eran intensas, y que el comercio marcó rutas que conectaban por miles de kilómetros la llamada Mesoamérica, cobijo de diversos pueblos con una cosmovisión común.
Esta región ya era conocida por pueblos de México como Quetzaltenango, ya que era un centro de comercio que les dotaba de plumas de Quetzal y piedras de obsidiana. La prueba histórica la da Pedro de Alvarado, en sus cartas-informe de carácter burocrático y militar a Hernán Cortes. [1]
Cuando llega a tierras de la costa sur, Zapotulán (sic), luego de hacerle la guerra a los pobladores descansa unos días y luego se presta a ascender por el camino que lleva a lo que denomina «Quezaltenango», sin haber llegado ni librado la batalla del llano del Pinar.
Escribe:
«(…) aquí estuve dos días corriendo la tierra, y á cabo de ellos me partí para otro pueblo, llamado Quezaltenango... que estaba una legua, y con el castigo de antes le hallé despoblado y no persona ninguna en él, y allí me aposenté y estuve reformándome y corriendo la tierra, que es tan grande población como Tacalteque (Tlaxcala, México) y en las labranzas ni mas ni menos y friisimia en demasía.» Agrega, «Que sus tropas llevaron a cabo una destrucción que era la mayor del mundo, capturando a todos aquéllos que trataron de escapar, muchos de los cuales eran capitanes y señores y personas señaladas». [2] (sic)
Alvarado no fundó Quetzaltenango, según su propio relato como actor que estuvo presente en tiempo y espacio en 1,524. En ninguna parte informa sobre esa fundación, ya que el relato luego habla de su ida a Vitatlán (Utatlán) a la que prende fuego quemando a sus 2 máximos dirigentes. Adrián Recinos, mencionado en el libro de Lowell, señala que «(…) los reyes encontraron su fin en una ejecución pública, ante un pueblo horrorizado, a tenor de la política de venganza e intimidación que tan bien cuadraba con el carácter del conquistador de Guatemala». Alvarado dice en sus cartas: «Y cuanto toca á esto de la guerra, no hay mas que decir al presente, sino que todos los que en la guerra se tomaron, se herraron y se hicieron esclavos…» (sic)
Otras fuentes que pudieran hablar de la fundación de Quetzaltenango, son interpretaciones erróneas, distantes, sesgadas y antojadizas en tiempo y lugar, formuladas por actores o historiadores que no estuvieron presentes en el momento de la invasión y con el objetivo de negar la historia de los pueblos. Todo homenaje será a la ignorancia.
[1] DOCUMENTOS ANTIGUOS. Copia de 2 cartas manuscritas de Don Pedro de Alvarado, dirigdas a Hernando Cortes, 11 de abril y 28 de julio de 1524. Editadas por A. M. Kurtz. Tip. Arenales hijos, Guatemala 1913.
[2] W. George Lowell y dos más. ATEMORIZAR LA TIERRA. F & G EDITORES. Guatemala, 2016.
Más de este autor