A las habilidades fundamentales de lectura, escritura, manejo de software y hardware, se añade un idioma internacional como el inglés, pero también el conocimiento en aspectos básicos de ciencia y tecnología. Son estos últimos elementos los esenciales para el área que en países más prósperos se denomina investigación y desarrollo, algo en lo que invierten mucho tiempo y dinero tanto el sector privado como el público, generándose una de las sinergias más productivas de la historia, dándonos descubrimientos de aplicación y beneficio planetarios como la Internet y el GPS, por citar tan solo dos ejemplos.
En el debate nacional sobre la profesionalización de los maestros de nivel primario, siempre a destiempo porque el mismo debió haberse dado y resuelto hace unas tres décadas, es importante subrayar que la escuela debe enseñar a aprender. Más que llenar el cerebro de los niños y niñas con datos, fechas, lugares o personajes, es necesario que les enseñemos a pensar, a investigar, a cuestionar, a generar y evaluar hipótesis, a desarrollar la creatividad y a formarse un criterio propio. Se sabe bien que en la niñez hay un instinto científico impulsado por su natural curiosidad por comprender el mundo que les rodea, así que en lugar de matar dicho instinto con dogmas religiosos o políticos, o con tabúes sociales de distinto tipo, la educación primaria debería liberar esa fuerza creativa y potenciar las capacidades de análisis de los pequeños para que nunca dejen de preguntarse por el porqué de las cosas, y de esta manera ejerzan una ciudadanía responsable y productiva al llegar a la edad adulta.
Hay algunas personas que han tenido la suerte encontrarse con maestros que les han enseñado a ser autodidactas, para nunca dejar de aprender. Son aquellas que, sin importar su grado académico en el sistema de educación formal, siempre leen, ven o escuchan programas científicos o de educación en general, lo cual incluye expresiones artísticas. Estas son las personas que eventualmente encuentran soluciones a problemas complejos, porque se dejan cuestionar por otros puntos de vista, porque se abren a otras posibilidades, es decir, a mundos más allá del cómodo espacio de las certezas aprendidas más por temor a la autoridad que por amor al conocimiento que sí libera.
¿Cómo fomentamos en las jóvenes generaciones el gusto por el aprendizaje continuo y la investigación? Algo que he admirado de la sociedad norteamericana en estos casi nueve años de vivir en Indiana, Illinois y Ohio, es el cuidado que ponen en las bibliotecas públicas, disponibles en todos los barrios de las ciudades. Son espacios abiertos, de encuentro, donde tienen cabida los sin techo en épocas de extremo frío o calor, donde se ponen las urnas el día de las elecciones, donde se capacita a los adultos mayores en el uso de la tecnología, donde hay materiales y actividades para los preescolares, literatura y juegos para los adolescentes, o los libros más recientes en ciencias sociales para investigadores. Esta red de bibliotecas, pues las mismas no funcionan de manera aislada sino que comparten todos sus recursos, no solo promueven el conocimiento sino también las artes, pues hospedan innumerables actividades culturales, y tiene recursos para la simple recreación, como películas y música. Entre otras muchas bondades para la vida en sociedad, las bibliotecas son un espacio secular para el encuentro entre judíos y musulmanes, cristianos y no creyentes, pues el único credo que se comparte es el amor al conocimiento y al espacio público con recreación de calidad.
En Guatemala es difícil encontrar espacios de este tipo. En las colonias capitalinas de clase alta o media alta no conozco lugar alguno que tenga las características antes mencionadas, a pesar que son zonas donde los vecinos sí podrían hacerlo con una contribución colectiva y organización. En contraste, en pequeños pueblos como Purulhá, Baja Verapaz, se hacen esfuerzos heroicos para montar una modesta biblioteca que sirva a la comunidad de estudiantes provenientes de los cantones y aldeas cercanas al casco urbano. En este caso, se trata especialmente de niñas y niños de 4to a 6to grados de la primaria que requieren del apoyo que sus escuelas no pueden brindarles. Si desea colaborar con ellos donando libros de texto, materiales didácticos, novelas para niños, láminas ilustrativas, computadoras o impresoras en buen estado, por favor visite este sito. ¡Mil gracias!
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