El conocimiento de las tipologías generacionales es importantísimo para tener una adecuada relación con sus integrantes, particularmente para quienes ejercemos docencia, sin perjuicio del nivel académico en el cual trabajemos.
A manera de ejemplo, a quienes nacimos entre 1946 y 1964 nos han clasificado como la generación de los baby boomers. Llegamos a este mundo después de la Segunda Guerra Mundial y en la ventolera de un repunte, casi mundial, del aumento de las tasas de natalidad. Los baby boomers concebimos el trabajo como una condición esencial en la vida. Nos gusta perseverar en las instituciones donde nos desenvolvemos y tenemos alguna propensión a presumir de ciertos estatus. También apreciamos y valoramos el trabajo femenino y mantenemos en nuestro imaginario el modelo tradicional de familia.
El año de 1980 tuvo como impronta la aparición de la generación Y o de los millennials (1980-2000). Sus integrantes oscilan (hoy) entre las edades de 19 y 39 años. Y su tipología es totalmente diferente a la generación X (1965-1979). El magíster César Zúñiga, coordinador académico del Centro de Actualización Psicopedagógica de la Universidad Rafael Landívar, puntualizó (citando a diversos autores): «Esta generación ha experimentado, tal vez más que cualquier otra, la disolución de la familia. Tasas de divorcio más altas. Más hogares donde ambos padres trabajan. En comparación con sus padres y abuelos, esto ha cambiado grandemente sus relaciones familiares. Quizá esto mismo los haya llevado a ser más orientados hacia los de su propia edad y a dar muchísima importancia a la cultura del lugar donde trabajan. Esta generación tiene, prácticamente, una relación íntima con la tecnología» [1].
Los millennials tienen como connotada característica ser emprendedores y revolucionarios (en todo lo que realicen). Son muy tecnológicos y, de acuerdo con varios autores, también multitareas. No corren por el matrimonio ni por una descendencia y, en cuanto a política y religiones, son desprendidos de los modelos tradicionales.
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En relación con el ámbito rural de los países que tuvieron conflicto armado interno, los miembros de dicho grupo sufrieron la persecución del Ejército o de la guerrilla cuando eran niños. Quienes sobrevivieron saben al dedillo qué pasó en sus comunidades. Han vuelto a su entorno y hoy son dirigentes sociales.
Un personaje típico de dicha generación es Nayib Bukele, recién electo presidente de la república en El Salvador. Tiene 37 años y su partido se llama Nuevas Ideas. Rompió con el molde político tradicional de su país (FML o Arena) y sus decisiones las comunica vía Twitter. No es izquierdista, pero no tuvo el menor empacho en ordenarles a los altos mandos del Ejército salvadoreño que retiraran el nombre de Domingo Monterrosa a un comando militar. Presuntamente, el coronel Monterrosa fue uno de los perpetradores de la masacre de El Mozote. Igualmente, vía Twitter ordenó destituir a un hijo y a otros familiares de Salvador Sánchez Cerén, el anterior presidente. Dichas personas ostentaban cargos en el Gobierno salvadoreño. Y su gabinete (el de Bukele) está conformado por hombres y mujeres menores de 45 años.
En Guatemala no tenemos candidatos a la presidencia que pertenezcan a la generación Y, pero sí los hay, y muchos, compitiendo por diputaciones, alcaldías, concejalías y otros cargos, por lo que se prevé un futuro diferente a esa repetitiva abulia política que nos ha aquejado desde la mal llamada firma de la paz.
La mayoría de los millennials son frontales, no se manejan con dobleces, no tienen doble agenda y, no obstante, son muy preparados académicamente. No se dan ínfulas de carceleros del conocimiento.
Indudablemente, sus excepciones hay. La contaminación de politiqueros devenidos de la generación de los baby boomers no puede negarse, pero hemos de confiar en que, como característica primordial, la generación Y apuesta mucho por una mejor calidad de vida para toda la humanidad.
El inicio del mandato de Nayib Bukele nos está dando las coordenadas.
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[1] Zúñiga, César (2019). Millennials y centennials (conferencia). Campus San Pedro Claver, 13 de marzo.
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