El autor del tuit hace el favor de subrayar lo que le parece a él interesante de recalcar: “Incluso le hemos informado a Hellen Mack que quién mató a su hermana no fue Beteta, sino un desertor de la URNG apodado la Yegua”. La cita busca deslegitimar el trabajo que hacen los defensores de Derechos Humanos, pero también me hace reflexionar en la Historia de este país, en quién y cómo la construimos, cómo la entendemos y cómo la avalamos.
Creo que hay un cruce muy peligroso, el p...
El autor del tuit hace el favor de subrayar lo que le parece a él interesante de recalcar: “Incluso le hemos informado a Hellen Mack que quién mató a su hermana no fue Beteta, sino un desertor de la URNG apodado la Yegua”. La cita busca deslegitimar el trabajo que hacen los defensores de Derechos Humanos, pero también me hace reflexionar en la Historia de este país, en quién y cómo la construimos, cómo la entendemos y cómo la avalamos.
Creo que hay un cruce muy peligroso, el primero que no hace posible construir puentes en este país. La ideología radical, ciega y leal no permite comprender la complejidad de la historia, y de una historia tan importante como la guatemalteca. Los de la izquierda culpan sin más a los militares y la oligarquía, y viceversa, y en ese viceversa se llega a niveles de odio y de violencia profundos. Al menos en el debate público, porque yo he leído a columnistas liberales-libertarios-de-derecha o cómo ellos se autoidentifiquen, insultando sin ningún tipo de resquemor a quienes no piensan como ellos. Vividores, oenegeros, delincuentes, son de la manera de referirse a defensores de derechos humanos, a periodistas y académicos. Cuando la ideología se mezcla con la historia, se lee lo que se quiere leer, lo que conviene a la manera en cómo se piensa. Esa no es sólo una falta a la ciencia, sino a la ética también.
Si sacamos un texto de contexto, se tiene un excelente pretexto para dar riata a los que no piensan como yo. Sobre todo si se trata de redes sociales virtuales en dónde cualquier cosa se puede decir en la inmediatez. En la página anterior a la cita subrayada y la cual transcribo, se habla del temor de la URNG por la dificultad de desmantelar estructuras paralelas que habían sido un elemento más de la política estatal contrainsurgente. Recalco, estatal. En la misma página de la primera cita, se dice igualmente que “hay un problema que no se ha tratado –palabras que el autor recuerda haber escuchado de Rodrigo Asturias–, y es el poder de los poderes paralelos que han sido construidos por la inteligencia militar, integrados por desertores nuestros que operan como una guerrilla y que son responsables de los asesinatos más bestiales”. Pero yo, como usted, podrá leer que fue la inteligencia militar de ese tiempo la responsable de la consolidación de esas estructuras.
Pareciera que la historia en Guatemala no está clara. Hay quienes quieren reescribirla de un solo tuit, valiéndose de citas que arrancan de un texto para que parezca que se les da la razón. Ni hablan de la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, y si se pudiera, también se les tildaría de vividores y de delincuentes. En Guatemala eso pasa. La historia no solo es “yo digo que esto es porque sí y así es”. No es cuestión de berrinche y pataleo, la historia es de hechos, de testigos, de la posibilidad de comprobar lo que se afirma. Las memorias son también voces válidas para la construcción de la historia de una sociedad, pero estas se deben leer bien, y no hacerlo sesgadamente.
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