Don Manuel no puede abrir sus ojos a sus 60 años. "Poco, poco”, dice cuando se le pregunta si ha visto los colores y las formas del cielo. Habla kaqchikel, y apenas conoce algunas palabras en castellano en una ciudad en la que apenas se hablan los otros idiomas. Dice “Gracias” constantemente, y eso apenas lo alcanzan a escuchar aquellos que pasan frente a él, ya sea que le den, o no, algunos centavos.
No hay ser humano que no llegue a conocer su propia fuerza hasta que se tropieza con ...
Don Manuel no puede abrir sus ojos a sus 60 años. "Poco, poco”, dice cuando se le pregunta si ha visto los colores y las formas del cielo. Habla kaqchikel, y apenas conoce algunas palabras en castellano en una ciudad en la que apenas se hablan los otros idiomas. Dice “Gracias” constantemente, y eso apenas lo alcanzan a escuchar aquellos que pasan frente a él, ya sea que le den, o no, algunos centavos.
No hay ser humano que no llegue a conocer su propia fuerza hasta que se tropieza con la necesidad. Don Manuel permanece varias horas hincado, y con un brazo al aire espera la llegada de una moneda. Es su forma de pedir una donación caritativa que le permita aliviar parte de sus necesidades: meter un poco de alimento al estomago, aliviar el dolor o pagar el pequeño cuarto rentado que le alberga.
Si tan sólo no necesitara pedir limosna para vivir, y pudiera vivir sin la necesidad de recibirla...