Las decisiones que deben tomar son cruciales. Van desde qué hacer frente a un posible desborde de pacientes hospitalarios hasta el tipo de profesionales que deben seleccionar para asesorarse. No es momento de pagar favores políticos y menos de saldar deudas de campaña.
Ante la acometida de la pandemia de covid-19, muchos Gobiernos de América Latina están en una encrucijada peor que los empalmes donde pivotaron Rafael Carrera y Mariano Gálvez durante los brotes de cólera en Guatemala durante el siglo XIX (que, dicho sea, precipitaron a esos gobernantes al abismo político), no solo por la velocidad de trasmisión de la plaga, sino porque la hiperconectividad (redes sociales, teléfonos móviles, Internet, etcétera) le permite a la población enterarse de hechos reales y también de confundirse a causa de la emisión de bulos, todo en cuestión de minutos.
No abordaré los dilemas éticos hospitalarios porque en estos momentos son el epicentro de sesudos análisis y prioridad a nivel mundial. Para fines de este artículo, interesa lo que está sucediendo afuera de los nosocomios, que de suyo afecta o podría afectar el quehacer hospitalario.
Preocupan, sí (también a los médicos), las medidas que, de no asumirse (o tomarse precipitadamente), pueden llegar a provocar un desborde de pacientes. Una de ellas es cuándo y cómo levantar las medidas de restricción. Esta es una encrucijada en la que los gobernantes, para mejor discernir, deben hacerse rodear de científicos de diversas disciplinas. La economía, por ejemplo, es crucial, pero esta, como ciencia, debe salvaguardar la dignidad humana. Uno de sus propósitos habrá de ser la satisfacción de las necesidades de todas las personas, y no de unas pocas a quienes la ética les viene guanga. Hay países donde —a la luz de un falso triunfalismo— se levantó el confinamiento por la disminución de casos (y para reactivar la economía) y ahora han sufrido una segunda oleada, que los está obligando a volver al encierro bajo criterios más drásticos. En el entretanto, muchas personas fallecieron y están falleciendo.
[frasepzp1]
Preocupa también el endeudamiento del Estado y el manejo de los fondos que se están adquiriendo para hacer frente a la pandemia. A ciencia cierta, la mayoría de los latinoamericanos, y particularmente los guatemaltecos, ignoramos a cuánto ascienden nuestras deudas interna y externa. Cifras hay, datos hay, pero que sean actualizados es otro cantar. Inquieta esa disparidad con relación a quién y cómo llega la ayuda. Hay poblados, caseríos y aldeas de los cuales nuestros gobernantes lo ignoran todo porque los países y Estados latinoamericanos (con notorias excepciones) sufren de un insolente centralismo. El problema estriba en que la ayuda se sectoriza (con muchos sesgos) y la deuda se generaliza. Así, todos la tendremos que pagar. Aun quienes no están recibiendo ni un céntimo para aliviar sus mínimas necesidades.
Preocupa también la falta de científicos al frente de los equipos de varios Gobiernos. Este no debería ser un dilema ético para los presidentes y los ministros. Convocar a expertos de diversas disciplinas para hacer frente a la epidemia tendría que ser una decisión contundente (legal, justa y moral) porque no solo nos permitiría salir mejor librados de tan mayúscula acometida, sino también minimizar, cuando no abolir, la corrupción, que ya aparece en una escalada peor que la que está teniendo el SARS-CoV-2.
Así, las medidas de restricción, la reactivación de la economía en orden a salvaguardar la dignidad humana y el desmesurado endeudamiento del Estado, además del adecuado manejo de los dineros y el asesoramiento por parte de las personas más aptas, constituyen, en cuanto a optar por ello, los dilemas éticos de nuestros gobernantes.
Como un ejemplo, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha indicado, para minimizar el impacto de la epidemia en la seguridad alimentaria y en la nutrición: «Tomando todas las precauciones necesarias, las semillas y los materiales de siembra deben seguir llegando a los pequeños agricultores, los piensos a los ganaderos y los insumos acuícolas a los piscicultores. Las cadenas de suministro agrícola deben mantenerse operativas por cualquier medio compatible con los requisitos en materia de seguridad sanitaria». Y para ello se necesitan científicos y personas honradas y de buena voluntad.
Y esta (la indicación de la FAO) es la razón por la que digo, con relación al futuro mediato, que la esperanza es de color verde (que implica honradez y buena voluntad).
Más de este autor