Sin embargo, un Estado poscapitalista deberá estar acompañado de un sistema económico que también supere las limitaciones de la economía capitalista.
En primer lugar, es importante acotar que la crítica a la economía capitalista que propongo no es únicamente una crítica a los excesos del capitalismo de las últimas tres décadas. El capitalismo neoliberal es una variante de desarrollo capitalista que se caracteriza por su confianza ciega en los mercados como mecanismos óptimos de asignación de recursos. Esto supone creer que todos los mercados se comportan más o menos como mercados de competencia perfecta, sin asimetrías de información entre los compradores y vendedores, y sin costos de transacción a la hora de tomar decisiones. Para decirlo en un lenguaje menos de economistas, el capitalismo neoliberal se basa en la idea de que los mercados no precisan de regulaciones que modifiquen sus decisiones, porque las decisiones de los agentes en el mercado siempre serán las mejores posibles, dado que conocen perfectamente cuáles son las opciones de compra y de venta a las que se enfrentan, y dichas decisiones además no requieren de apoyos institucionales de ningún tipo para lograr el mejor resultado posible.
Pensar que en los mercados todo mundo conoce perfectamente las opciones a las que se enfrenta, y además todo mundo toma decisiones sin apoyos institucionales (marcos normativos e institucionales, sistemas de servicios profesionales privados y públicos), implica asumir que los precios y su racionalidad son totalmente transparentes a todos los agentes por alguna clase de iluminación divina. Dicha iluminación divina no ha sido probada hasta ahora, y por eso es más realista asumir que operamos en condiciones de mercado donde algunos agentes tienen mejor información que otros, y donde las decisiones se ven afectadas por marcos normativos e institucionales que buscan mejorar la transparencia y la calidad de la información de los agentes. Pero si no todos los agentes tienen la misma información, y todas las decisiones presuponen algún tipo de costo institucional, entonces las decisiones racionales y perfectas de los agentes son una ilusión absurda que solo puede ser creída como artículo de fe y no como afirmación científica (o en lenguaje popperiano, falseable).
Las decisiones de política basadas en la fe dogmática en el funcionamiento perfecto de los mercados es lo que tiene al mundo patas arriba desde la crisis del 2008. Sobre la base de esa fe irracional, se desregularon mercados esenciales como los financieros y los de vivienda, y se permitió que surgieran comportamientos irracionales (“exuberantes” dice Alan Greenspan) que provocaron la ilusión de que había más riqueza en la sociedad de la que realmente existía.
El capitalismo neoliberal le falló al mundo de una manera trágica: provocando la mayor crisis económica desde 1929, e hipotecando el bienestar de miles de millones de personas durante al menos la próxima década. La gran diferencia entre los movimientos de protesta como los “indignados” en Madrid, y los “ocupantes” en Estados Unidos (o las protestas sociales en Israel) es la comprensión por parte de los segundos, de que la crisis no se resuelve únicamente transformando el sistema político hacia uno más democrático, sino transformando además el sistema económico neoliberal fundado en las últimas tres décadas. Y que todo intento de superar la crisis actual implica revisar profundamente la calidad de la ciudadanía y la democracia en que vivimos, y además revisar las bases institucionales (normativas) sobre las cuales se fundamenta el comportamiento de mercados críticos como el financiero y el de la vivienda a nivel global.
Todo lo anterior es necesario considerarlo para construir una economía poscapitalista. Pero como dije anteriormente, no pretendo hacer solo una crítica del capitalismo neoliberal, sino una crítica al capitalismo como tal, y avanzar propuestas que permitan una superación dialéctica de las limitaciones del capitalismo como sistema económico.
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