Este llamativo título se refiere al caso de Bill Johnson, director ejecutivo de la Duke Energy (surgida de la fusión de dos empresas abastecedoras de gas y electricidad), quien el mismo día en que tomó posesión del puesto, presentó su renuncia. Sólo trabajó ocho horas y se hizo acreedor a 44 millones de dólares, es decir, 5.5 millones por hora. La suma incluye bonos, un pago por cesar en el puesto, otros beneficios y hasta 30.000 dólares por gastos de mudanza y reubicación.
Al fin y al cabo, lejos de la desnaturalizada suma que supongo ha de corresponder a algún acuerdo contractual que repone remuneraciones no percibidas y negocia una salida de las posiciones de dirección (al menos como justificación); esta firma produce y distribuye energía que es un insumo de producción en la corriente real de la economía, lo que magnifica la desnaturalización del tema es que estos salarios son comunes y conocidos en los circuitos financieros, en la corriente nominal que no produce realmente.
Rico en datos y fuentes bibliográficas, el artículo de Gelman ilustra este último punto así: “un reciente análisis de las estadísticas demográficas de la Oficina de Censos que el Pew Research Center llevó a cabo, revela que en el período 2009/2011 los ingresos del 7 por ciento de la cúspide económica aumentaron un promedio estimado en el 28 por ciento, mientras que para el 93 por ciento restante descendieron un 4 por ciento (23-4-13): “Desde finales de la recesión en 2009 hasta 2011 (el último año de datos disponibles de la Oficina de Censos), los 8 millones de hogares con un ingreso neto superior a 836,033 dólares acrecieron en conjunto sus haberes en 5,600 billones, mientras que los 111 millones de hogares con un ingreso neto inferior o igual a la cifra antes mencionada padecieron un descenso estimado en 6 billones de dólares”.
El importante aumento de los ingresos de la parte superior de la pirámide en las últimas décadas se debe en buena medida a que el jefe de familia es un ejecutivo o un agente en el sector financiero. Un informe del Economic Policy Institute señala que “los ejecutivos y los ocupados en el sector financiero del 1 por ciento percibieron un 58 por ciento de la expansión del ingreso y el 0.1, un 67 por ciento en el período 1979/2005” (23-1-13). Es decir, el sistema global de hoy, dominado por las finanzas, se viene alejando hace tiempo del capitalismo clásico basado en la producción. Como confesara un ex corredor de Lehman Brothers, la compañía financiera que declaró una bancarrota escandalosa en el 2008: “No hay otra industria en la que se paga tanto por hacer tan poco” (6-2-13).
Es un proceso con alzas y bajas de veloz desarrollo. En los últimos 30 años, el promedio de la fortuna de los 500 de Forbes aumentó a una velocidad 127 veces superior a la media del salario obrero. Como se ha indicado ya, el ingreso promedio de los 500 es 354 veces superior al del trabajador. En 1980, la proporción era de 42 (23-1-13).
Tendría, finalmente, razón el magnate Warren E. Buffet, la persona más poderosa del mundo según Times, quien declaraba hace años: “Hay guerra de clases, pero es mi clase, la clase de los ricos, la que está haciendo la guerra y estamos ganando” (26-11-06)”.
Como dice el antiguo refrán: “no hay que tronar tusas en donde hay ganado flaco”, hay que ver hasta dónde llega la desnaturalización del capitalismo y no se revienta la cuerda. Gracias a Umberto Mazzei por compartir este artículo y me sumaré a los lectores de Página 12, se nota un medio con calidad y claridad.
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