La SAI también tuvo un objetivo estratégico: mostrar la importancia de la investigación en nuestro medio, especialmente ante la trillada opinión de que ya estamos sobrediagnosticados, es decir, que ya no hace falta investigar más porque ya sabemos de qué males padecemos.
La respuesta a tal opinión me obliga a recordar el primer congreso académico en el que participé, hace ya más de 20 años. En medio de algunas de las exposiciones tuve la oportunidad de conversar con un profesional del área de Ingeniería, quien muy preocupado por lo que había oído a lo largo del evento me preguntó: «¿Cómo hacen los científicos sociales para llegar a sus conclusiones? A veces pienso que juegan a ser dioses, ya que sugieren cursos de acción política y contribuyen a generar procesos de estancamiento o de cambio que tienen impacto en la vida cotidiana». Esa pregunta no se me ha borrado de la mente en todos los años de ejercicio profesional. ¿Cómo llegamos a las conclusiones que repetimos después como expertos en cada uno de nuestros campos? ¿Con que lentes teóricos juzgamos lo que está bien o mal en la realidad? ¿Cómo nos acercamos a la evidencia empírica o teórica que fundamenta nuestras conclusiones?
Entender la complejidad del mundo y rasgar el velo de la ignorancia, como dice Zygmunt Bauman (Polonia, 1925), es uno de los principales desafíos que solamente la investigación social puede superar, especialmente ante lo que el sociólogo polaco denomina modernidad líquida, un concepto sugerente que nos habla de continuos cambios que determinan el permanente desfase entre la teoría y la realidad sensible, a tal punto que otro destacado sociólogo, Ulrich Beck, nos alerta de que estamos llenos de categorías zombis: conceptos que se reproducen en los libros de texto que usamos en la universidad y que son la base para interpretar la realidad, pero que han perdido toda capacidad de interpretación y de comprensión de lo que realmente está ocurriendo a nuestro alrededor.
Este desfase entre teoría y cambios vertiginosos que ocurren en la realidad es la esencia de la crisis interpretativa de la ciencias sociales.
Como apuntó Bauman en este discurso de agradecimiento, la realidad está compuesta de «multitud de significados y [de] una irremediable escasez de verdades absolutas. Es en dicho mundo, en un mundo donde la única certeza es la certeza de la incertidumbre, en el que estamos destinados a intentar, una y otra vez y siempre de forma inconclusa, comprendernos a nosotros mismos y comprender a los demás».
Es ese contexto de crisis de las ciencias sociales la razón por la cual organizamos esta semana académica, concebida como un espacio donde los expertos y las expertas en cada uno de sus campos puedan compartir sus inquietudes profesionales, sus dificultades para acercarse al objeto de estudio y sus vicisitudes a la hora de establecer la estrategia metodológica más adecuada para recopilar las evidencias necesarias y responder a las interrogantes planteadas.
En síntesis, volviendo a Bauman, la investigación en ciencias sociales es un permanente intento de rasgar los velos que ocultan la realidad a nuestros ojos, ya que lo único cierto es la certeza de la incertidumbre.
«Hacer pedazos el velo, comprender la vida. ¿Qué significa esto? Nosotros, humanos, preferiríamos habitar un mundo ordenado, limpio y transparente donde el bien y el mal, la belleza y la fealdad, la verdad y la mentira estén nítidamente separados entre sí y donde jamás se entremezclen, para poder estar seguros de cómo son las cosas, hacia dónde ir y cómo proceder. Soñamos con un mundo donde las valoraciones puedan hacerse y las decisiones puedan tomarse sin la ardua tarea de intentar comprender. De este sueño nuestro nacen las ideologías, esos densos velos que hacen que miremos sin llegar a ver», agrega Bauman.
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