Yo fui a una clase hace muchos años y salí más mareada que sapo en licuadora. Sus videos en Instagram son geniales, o lo eran, hasta que le censuraron la cuenta. A ella y a muchas personas que hacen lo mismo. Aunque no es necesario, quisiera aclarar que las rutinas tienen más de atlético que de sensual y que se encuentran muy alejadas de los antros en los que comenzó lo que ahora es este deporte. Claro, tienen puestos shorts y tops, pero nada más revelador que muchas cuentas de ropa interior a las que también sigo y en todo menos insinuantes.
Hace poco leí un artículo de Erika Lust, una directora de pornografía que señalaba las nuevas políticas de Tumblr, red social antes conocida como el lugar para publicar fotos arriesgadas, hacer publicidad de contenido adulto y hasta postear videos amateur, entre otro montón de cosas para todo público. Les bajaron y cerraron cuentas a todas estas personas aduciendo medidas más estrictas para proteger a personas vulnerables, léase gente sujeta a trata y menores de edad. Pero toda la verdad no es esa, decía Lust, haciendo alusión a una conspiración velada en contra de pornógrafos independientes y de contenido que no está controlado por dos gigantes (Pornhub y Youporn) que resultan siendo la misma cosa.
La censura y las prohibiciones de conductas no criminales en general tienen como resultado la clandestinidad. Los contenidos que no implican ningún delito, pero que se ven en la necesidad de migrar a sitios mixtos, oscuros y apestosos, se mezclan con contenido que sí es criminal y terminan aumentando el volumen de sitios que lucran con esclavitud sexual y con niños.
Lo mismo sucede con la criminalización del consumo de ciertas drogas (no nos hagamos pendejos: el alcohol es tan droga como la cocaína, y que sea legal no lo hace inocuo): crea todo un andamiaje de redes que sí son criminales y que luego se enquistan en la sociedad en todos los niveles, pues necesitan del contrabando, de la corrupción de oficiales, policías y el sistema judicial.
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Yo no dejo que mis hijos (que son menores, muy menores) vean contenido que yo considero no apropiado para sus edades, pero no pretendo que ese contenido no exista. Es tan ridículo como pretender que, si uso sombrilla para tapar el sol, este deja de existir. Prefiero tener conversaciones abiertas acerca de lo nocivo que puede ser meterse cosas en la cabeza y en el cuerpo que solo les pueden hacer daño.
Lamentablemente, el tono actual de nuestra sociedad es más el de grupos de vociferantes que quieren que todos actúen como ellos y que pretenden obligar a punta de regulaciones a veces muy ridículas a que los demás hagan lo que consideran correcto, aun cuando esa conducta criticada no les afecta directamente. Terminan poniendo el grito en el cielo por personas haciendo acrobacias en un pole en vez de usar el sentido común y simplemente dejar de seguir las cuentas que los ofenden. No entiendo el grado de masoquismo de una persona que sigue a otra que postea contenido que no le gusta. Es como buscar ir a comer comida que le repugna solo para poder decir que quedó insatisfecho (la abuela de un amigo eso hacía: se pedía todo lo que no le gustaba en los restaurantes con tal de poder decir que no le había gustado; y era del todo desagradable salir con ella; no sean como esa señora).
Ya firmé la petición para pedir el regreso del contenido de pole de mi amiga y de otras personas como ella. Entiendo que el uso de las redes sociales está sujeto a reglas y que, si no les gustan esas reglas, se pueden salir, pero también propongo que haya más sentido común y responsabilidad individual que ofensa oficiosa y censura. Los peores sistemas de nuestra humanidad se han ido por ese lado, y yo sinceramente no quiero vivir como en la Inquisición. Prefiero tener disponible el contenido que yo pueda elegir para mí y los míos que dejar que alguien más decida por nosotros.
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