Los diputados tienen una voz y un voto en el Congreso dados por la confianza y la credibilidad que sus votantes les otorgan. Así, el ejercicio del principio democrático de representatividad es tal vez, en estas condiciones, uno de los más difíciles de proteger en la actual dinámica legislativa. Para los diputados y las diputadas de bancadas pequeñas, con lógicas partidarias distintas, los principios y valores ideológicos y éticos y la realidad de la política en el hemiciclo es una constante tensión. Pero los principios y los valores dan sustento y sentido a su representación política.
¿Votar por una Junta Directiva con muchas tachas y dudas sobre su credibilidad de independencia fue un error? Sí, lo fue. También porque se desconocieron las incertidumbres de cómo la planilla fue propuesta, de las negociaciones que pudieron darse en relación con la candidatura. Sin embargo, el error más grave fue tal vez no pensar en quiénes se representaba con el voto. En ese sentido, el electorado de Convergencia, a diferencia de muchos ciudadanos que votaron estratégicamente, es un electorado ideológico y, por lo tanto, centrado en defender principios democráticos y convencido de que sus representantes están comprometidos con una política que los defienda. Es, además, un electorado que está pendiente del quehacer de la bancada. Este es un síntoma positivo de la relación que existe entre los políticos y sus votantes, sobre todo cuando el actuar de aquellos fue el único que sorprendió durante la elección de la Junta Directiva (ninguna otra bancada fue interpelada, por ejemplo). Una gran lección por aprender.
Sin embargo, no puedo dejar de sorprenderme ante las reacciones —a veces violentas— que recibieron los diputados de Convergencia. La decepción se tornó en ataque y la fiscalización en insultos. La imagen con la que yo contrasto lo anterior es, por ejemplo, la de la diputada Sandra Morán acompañando a las mujeres el pasado 19 de octubre para pedir que la violencia machista terminara en todas sus expresiones, una convocatoria hecha en varios países de América Latina luego de la muerte de una joven que fue violada varias veces. No tengo una imagen parecida de ningún otro diputado o ninguna otra diputada. Permítanme señalarles el error, pero no perder la confianza.
Además, queda muchísimo por hacer. Toca demostrar de dónde vienen y de quiénes son las voces. Por un lado, una agenda política propia, sectorial y, en algunos casos, de suma importancia, como la ley de aguas. Por otro lado, la denuncia desde dentro del Congreso de lo que allí se negocia, de las peleas que se llevan a cabo por mantener intereses y no perder ni un centímetro de territorio que garantice privilegios. Y por otro, el frente de las reformas de segunda generación de la Ley Electoral y de Partidos Políticos y del sector justicia. Cuando llegue ese momento crucial para el rumbo del país, espero que lo que la semana pasada fue solo un error no se convierta en un hábito.
Es cierto que una golondrina no hace verano, pero inspira. Un solo leño no arde, pero alumbra en una oscuridad plena. Una voz díscola en un Congreso que transa bajo intereses propios, que trabaja todavía bajo lógicas clientelares y de favores políticos, da esperanza rebelde. Diputados y diputadas valientes necesita este país para crear un antecedente simbólico —y profundamente político en tanto referente— y formas dignas de hacer política, volteadas a los intereses de país y de Estado.
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