Keith Richards y la nostalgia

Por supuesto que un hombre de 76 años que tiene problemas cardíacos, que entrena dos horas al día (más que muchos que apenas han cumplido 30) y que se va a una gira que casi ha durado dos años debe de estar cansado.

Sin embargo, las fotografías del Jagger desmejorado captan al fondo a un Keith Richards incombustible, que con los mismos 76 años empuña una de sus guitarras (aquellas que reciben sus nombres de personajes de libros de Charles Dickens) casi inalterable y con ganas de más, lo que confirma, una vez más, que toda regla tiene excepciones.

Under the Influence (2015), el documental dirigido por Morgan Neville, brinda el retrato más afable de ese rufián que es el mítico guitarrista de los Stones. El tipo a quien, según la sabiduría popular hecha meme, Dios le da un minuto más de vida por cada cigarro que alguien fuma y que es un testimonio viviente del proceso de fusión del rock y el blues. El documental evita intencionalmente el lado más oscuro del ícono: drogas, el concierto de Altamont y los Hell Angels, la muerte de Brian Jones… Y al hacerlo evita también retratar al mito en su humanidad.

Uno de las producciones de Richards fuera de los Rolling Stones, con su banda, los X-Pensive Winos, resultó en el álbum Main Offender (1992), que no obtuvo gran éxito comercial pese a tener una gran calidad.

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La segunda canción de ese álbum es As Wicked as It Seems, uno de aquellos himnos al desamor con una letra ácida hasta el cinismo, que va sobre sueños y confianza rotos, que refleja el blues rock en su esencia (una gran guitarra en comunión con la batería) y con un video en blanco y negro lleno de imágenes burlescas.

La canción de Richards se hizo un sitio en mis oídos entre otros sonidos de una playa en Little Corn Island hace muchos años ya, entre afiches publicitarios de la campaña electoral que llevó de vuelta al poder a una multicolor Rosario Murillo y a Daniel Ortega.

El sitio era un monumento para cualquier investigador de la economía informal: un pequeño restaurante junto a la playa —pequeña empresa familiar— propiedad de un ingeniero en el paro que se educó en la universidad Patrice Lumumba (desde 1992 la Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos), quien recordaba haber tenido por compañero a un ecuatoriano que ganaba dinero extra haciendo de DJ en las noches de Moscú hasta que se metió con la pareja de un mafioso y le rompieron las piernas.

Sin duda, la mejor conversación de treinta minutos y un par de cervezas en mi periplo por Nicaragua, facilitada por un álbum al que la gloria le fue esquiva.

En 2015, Richards volvería a producir un álbum con los X-Pensive Winos. Se trata de Crosseyed Heart, sobre el cual se deshace en elogios Rolling Stone y que para el gran público pasó también desapercibido pese a que la canción del mismo nombre del álbum es sin duda fenomenal. La música de Keith Richards, con o sin los Stones desmejorando por la edad, dará para muchas más anécdotas. Me quedo esperando ese momento con Robbed Blind y Amnesia.