Dice Ramón Grosfoguel que la decolonialidad es un proyecto político de transformación del mundo, no una moda académica. El Kabawil, nos orienta a tener una comprensión amplia y profunda en espacio y tiempo, externo e interno.
Necesario es entender que la clase politiquera está distanciada del pueblo, arrimada a las oligarquías hegemónicas. Que los académicos, muchos, viven en escaparates teóricos, metodológicos y prácticos, desvinculados de las bases sociales y de contextos propios, diversos e históricos. Que las religiones son estructuras administrativas que controlan y concentran almas y recursos materiales, disociando a la sociedad de la vida terrenal en pos de un cielo inalcanzable.
Que sufrimos la ausencia del Estado. La Constitución de la República que sustenta y estructura la institucionalidad estatal, es mayoritariamente letra muerta, inoperante y descontextualizada. Salud, educación, trabajo, vida, seguridad, etc., son bienes (derechos) escasos y precarios.
Que la conflictividad territorial, en ciudades y comunidades es creciente en la medida en que dejamos de ser «nosotros» y la colonialidad nos reduce a individualidades indiferentes, sin identidad, sin sueños y sin proyectos de vida.
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Que la realidad es una construcción humana, social, política y cultural. Su cambio o superación es necesariamente humana desde la organización y de la política real, no desde el orden divino, cristiano, maya o de cualquier denominación religiosa. Los pueblos han resistido a pesar de la fortaleza colonial basada en el ejercicio del poder, de la violencia y de la discriminación.
Sin embargo, es necesario hacer un alto para revisar las actuaciones colectivas e individuales, desde los movimientos sociales diversos que han existido y existen, algunos legalmente, otros actuando de hecho desde la legitimidad de las demandas.
Las organizaciones indígenas, muchas de ellas, han caído en lo que María Jacinta Xon,[1] llama exotización desde fuera y desde dentro como una forma actualizada de colonización, lo cual nos enajena de la actuación política pertinente en el contexto del Estado.
Desde 1,996, proliferan organizaciones sociales que, sin apoyo del Estado, fatal o afortunadamente buscan apoyo en la comunidad internacional, cuyas agendas geopolíticas son claras pero incomprendidas en muchas organizaciones. La agenda internacional se basa en intereses económicos y en apoyar el fortalecimiento político de los pueblos hasta ciertos límites para no incomodar a los gobiernos. Muchos cooperantes se sienten cómodos con lo exótico que encuentran en las organizaciones. Y éstas, haciéndoles el juego, han superficializado la cosmovisión filosófica, ética y científica, convirtiéndola en una perfomance colorida, atractiva y sin contenido político. Los salones de grandes hoteles huelen copal con las «ceremonias mayas» que inauguran encuentros que aportan contenidos necesarios pero que no impactan en la realidad. Después muchos vuelven a sus iglesias y prácticas religiosas externas y ajenas. Son mayas de ocasión. Ese culturalismo, se reduce a una concepción muy identitaria, esencialista y las relaciones de dominación de la economía política no aparecen o lo hacen marginalmente.
Hay organizaciones sociales personalistas, que han logrado cierta imagen y prestigio que les permite monopolizar la interlocución política. Individualidades que aparecen en foros, entrevistas, diálogos y eventos. Poca renovación de cuadros, poco relevo de dirigencias jóvenes, hombres y mujeres. El problema real es que esos personalismos impiden la articulación con otras organizaciones que podrían tener reivindicaciones comunes y esa fragmentación favorece a las elites para mantener el poder.
Un problema silenciado es la incongruencia entre principios y prácticas en algunas organizaciones que son referentes obligados ante la comunidad internacional, quienes les brindan apoyo económico considerable. No se permite el disenso democrático. Quien se atreva a cuestionar a las dirigencias es purgado. El acoso sexual, el machismo y la discriminación que algunas practican, es ocultado en perjuicio de las víctimas. Como caja de resonancia de estas prácticas antidemocráticas e inequitativas, en el Ministerio Público no se da importancia a denuncias sobre estos casos; la cooperación hace caso omiso ante la necesidad de ejecutar y cumplir sus agendas y las dirigencias se solapan dentro de sí mismas.
Algunos discursos y planteamientos reivindicativos son efímeros. El Estado coopta a los que son incendiarios en la llanura y bomberos en un puesto burocrático, debilitando justas demandas de la mayoría que sufre los embates del colonialismo.
(Continuará)
[1] Entre la Exotización y el Mayámetro, dinámicas contemporáneas del colonialismo. Catafixia Editorial. Guatemala 2022.
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