Allá soplan vientos renovadores, esperanzas de democracia, equidad, inclusión y desarrollo alternativo al colonialismo-capitalismo. Por lo menos, eso proponen. Y acá, negros nubarrones, tormentas naturales y políticas, que arrasan con la débil ciudadanía generada en los últimos 37 años, que no ha significado cambios en las lacras coloniales de pobreza, racismo, desigualdad, ignorancia y enfermedad.
Estamos atrapados en la mono-visión, unidimensional, tanto de la izquierda como de la derecha política, que desconocen o excluyen los principios fundantes de la cosmovisión maya; en este caso, la metodología de investigación social, política, económica y cultural sustentada en el Kabawil: la capacidad de tener doble o múltiple mirada, para ver adelante, atrás, arriba, abajo, la forma y la esencia, lo material y lo inmaterial, el pensamiento y las relaciones sociales, el individuo y la comunidad, etc.
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Con algunas manifestaciones de júbilo por el difícil triunfo (merecido por supuesto) de Lula sobre Bolsonaro, pareciera que fuera triunfo nuestro, para calmar desasosiegos o incapacidades políticas propias. O, que lo que pasa en el Sur fuera, por default, adecuado a nuestra realidad diversa, negada y excluida. Ese triunfalismo por lo ajeno oculta nuestros pies de barro como organizaciones, sociedad, instituciones, y liderazgos. Obviamos que, para nuestro país, no bastan las ideologías políticas occidentales como izquierda y derecha, porque la diversidad de pueblos, prácticas y saberes, rebasa la capacidad de esas ideologías lineales y polarizadas para entender y actuar sobre el campo holístico de lo plural.
Y ¿por qué en Guatemala, no tenemos esos logros políticos, progresistas y esperanzadores?
Por la colonialidad política. La represión de la década del 80 del siglo pasado, hizo desaparecer la intelectualidad crítica y comprometida. Se desmanteló cualquier espacio de formación de conocimiento y conciencia. La sobreviviente, emergente y precaria masa crítica (mayoritariamente ladino/mestiza) que se sitúa del lado de la oposición al sistema, prefieren solazarse con los triunfos ajenos, no en los precarios avances locales. Y por estar fuera de esos procesos progresistas del sur, su visión y análisis es más emotivo que racional.
Creen que la llegada de un presidente de izquierda o indígena, resuelve de inmediato la imposición autoritaria del colonialismo-neoliberalismo. Demostrado está que es imposible de golpe; tiene que ser gradual y, fatalmente, incluyendo a los poderes tradicionales. Cuando los resultados deseados y radicales no se dan, se vuelven críticos acérrimos de los que encabezan los movimientos progresistas que vencen en procesos electorales. Chávez, en Venezuela, fue duramente criticado por una intelectualidad de izquierda que se alió ideológicamente a los dictados de Estados Unidos; lo mismo con el régimen de Cuba, se repite como loros la propaganda especialmente norteamericana en cuanto a libertad y democracia. Evo, fue acusado de machista por mujeres feministas de izquierda y ese argumento se usó como bandera para impulsar el golpe de estado que lo derrocó. Las críticas al presidente de Perú, son fuertes por no emerger de movimientos indigenistas o de izquierdas tradicionales. En Chile, el fracaso de la aprobación de la propuesta de nueva constitución, fue porque la izquierda chilena en sus críticas al presidente Boric lo asociaron al proceso de reforma y la población, al rechazar al presidente, también rechazó el apruebo.
Además, la intelectualidad de izquierda, no logra aterrizar en la comprensión de la diversidad cultural y, sobre todo, política de Guatemala; hay un atascamiento en la tradicional lucha de clases del siglo pasado. Lo cual no es equivocado, pero si insuficiente. La intelectualidad de izquierda es mayoritariamente mestizo-ladina y por lo tanto su visión y comprensión política se orienta al control y gobierno del Estado, excluyendo a la Nación.
La colonialidad política se consolida con la distancia entre élites intelectuales y bases sociales, lo cual, empíricamente, es demostrable ya que, por ejemplo, el 70 % de la economía informal, los que luchan a diario por sobrevivir, sin prestaciones, no sabe ni conoce a sus referentes intelectuales, dirigenciales y políticos y tampoco, si es que hay, los planteamientos de soluciones viables y pertinentes a la precariedad social, cultural y económica de la mayoría.
(continúa)
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