No hay partido que no haya sido tentado con contar en sus filas a menores de 28 años. ¿Se trata de un fenómeno consciente, que pretende romper con esquemas tradicionales? ¿Es una forma abierta por irrumpir en espacios de poder real? ¿Se trata de algo superficial y temporal? ¿Se trata de una expresión más de continuar utilizando a los partidos como trampolines para replicar la práctica política como mecanismo reproductor de ganancias? Queda por verse cuántos de ellos lograrán su objetivo inmediato.
Este nuevo fenómeno es la sumatoria de distintas motivaciones. Para unos, seguramente, integrar el Congreso es atractivo, por ser el principal espacio donde la política adquiere sentido real; otros tendrán el compromiso por intentar cambiar ciertas reglas del juego, otros participarán más por encargo de personas y sectores, cuyas ambiciones requieren nuevos rostros, susceptibles al control. Entonces tenemos a jóvenes con motivaciones bien intencionadas que están hartos de lo mismo y que han decidido dar un paso riesgoso, y los que con tal de codearse y saborear las mieles del poder, se prestarán a servir como nuevo tipo de operadores a tradicionales mercaderes.
He podido reconocer varios rostros conocidos, jóvenes ambiciosos atraídos por las luces, el glamour y los recursos financieros, donde no importa su procedencia, jóvenes que son hijos o familiares de viejos y cuestionados dirigentes, jóvenes que se han aliado a personajes con buen nombre y recorrido (pegarse a la rueda), pero que una vez alcancen lo deseado, quién sabrá su destino; jóvenes que, de llegar al Congreso, fácilmente serán dependientes de las decisiones de los caudillos y sabelotodos del quehacer legislativo, que los utilizarán como escuderos y falsos traductores de prácticas vetustas disfrazadas con nuevos aires. En fin, jóvenes atraídos por la riqueza y el poder, elementos falsos a la hora del reparto real.
Varios de estos nuevos personajes tendrán vida efímera. Otros harán hasta lo imposible por sobrevivir y continuar vigentes para nuevas oportunidades. Muchos no tienen preparación previa para semejantes menesteres, otros vienen preparando el terreno desde hace algún tiempo y reúnen condiciones interesantes, ojalá para no desgastarse más de la cuenta. El elemento común a todos ellos es aprovechar los espacios, la oportunidad, el momento, aceptar ser sujetos a condicionamientos que no terminan de entender.
Si la flauta les suena a varios de ellos, es deseable que puedan establecer formas de entendimiento para conformar una “bancada joven”, donde puedan aprender juntos, armonizar propuestas, acordar alguna agenda de mínimos, aprender a negociar, armonizar y disentir, superar el debate superficial, vencer temores y resistir a las tentaciones cotidianas.
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