Baldizón le hizo saber al sector privado que, si quería la ley de privilegios fiscales, bueno, Líder, con sus 53 diputados, no puede aprobarla por sí solo (se requieren 80 votos), pero para aprobarla necesita de los votos de sus diputados. Es decir, Líder le hizo saber que tiene poder de veto sobre esa propuesta.
Quizá para algunos miembros del sector privado estas son buenas noticias, ya que su fanatismo por no pagar impuestos (no saben hacer negocios como los empresarios de ...
Baldizón le hizo saber al sector privado que, si quería la ley de privilegios fiscales, bueno, Líder, con sus 53 diputados, no puede aprobarla por sí solo (se requieren 80 votos), pero para aprobarla necesita de los votos de sus diputados. Es decir, Líder le hizo saber que tiene poder de veto sobre esa propuesta.
Quizá para algunos miembros del sector privado estas son buenas noticias, ya que su fanatismo por no pagar impuestos (no saben hacer negocios como los empresarios de verdad, que sí pagan impuestos), junto con su pragmatismo falto de escrúpulos, se ajusta muy bien a la propuesta de Líder. Para estos, quizá el único problema es lo que Baldizón les pedirá a cambio de aprobar la ley, y rezan por que ojalá se trate solo de dinero para financiar su campaña. Han encontrado una vía para continuar satisfaciendo su adicción a los privilegios. Baldizón sabe que su torpeza y miopía los convencerá de que allí habrá terminado la historia.
Otros integrantes del sector privado, aunque también quieran desesperadamente los privilegios fiscales, no están contentos. Tienen escrúpulos: comprarle a Baldizón la ley de privilegios fiscales (es decir, darle alguna prebenda o financiar su campaña electoral a cambio de la ley) es prácticamente ponerse de rodillas ante él. Es rendirle pleitesía reconociendo que él es el nuevo presidente y que en los próximos años tendrán que continuar rindiéndole vasallaje. Es decir, comprarle la ley es cederle una cuota de poder inmensa o agrandar la que ya tiene.
Y luego están los empresarios de verdad, que sí pagan impuestos (es decir, no es que les guste pagar impuestos, pero son responsables al pagarlos, porque creen en la democracia y en el desarrollo), que están en contra tanto de los privilegios como de comprarles leyes a los políticos. Estos están molestos. Y quizá más preocupados por el augurio que significa la táctica de Baldizón. Entre sus asesores tienen a estrategas que, en contraste con la miopía de los primeros, ven con preocupación cómo los empresarios pierden aceleradamente las enormes cuotas de poder de antaño. En caso de que se apruebe la propuesta de Baldizón y de que a él se le pague el precio que demande a cambio, el otrora superpoderoso Cacif, que funcionaba como una élite tradicional en nuestro país, está a punto de lucir como un sector timorato, dormido en sus glorias del pasado y a merced de la bota del poder real de una élite emergente de políticos astutos y con sentido de estrategia.
¿Cuál es la estructura del sector privado actual? Es decir, ¿cuál es el peso y poder de estos tres grupos dentro del sector privado? Está por verse. Baldizón, como en los escaques de un tablero de ajedrez, ha hecho una movida estratégica y dice: «¡Jaque!». Es el turno del sector privado de mover sus piezas, y lo que está por verse es si dentro de sus estructuras de poder interno prevalecerá la voracidad miope e irresponsable por los privilegios fiscales o si prevalecerá el sentido estratégico, e incluso de supervivencia, que supuestamente caracteriza a los emprendedores (los de verdad, pues).
Si en el sector privado todavía quedan estrategas mínimamente competentes, supongo que tendrán pero bien claro que esa ley de privilegios les resulta beneficiosa solo si la aprueban con sus medios, y no porque le deban un favor a Baldizón. Un favor que, por cierto, no beneficia a todos los empresarios guatemaltecos, ni siquiera a una mayoría.
Empresarios, es su turno de mover las piezas.
Más de este autor