No niego que con empresarios de verdad competitivos y respetuosos de las leyes y la vida, nuestro país saldrá adelante económica, política y socialmente. ¿Pero son así los que hoy invierten en Guatemala?
Porque una cosa es el discurso y otra es la realidad. ¿Qué tan buenas son las inversiones que tenemos y que atraemos? ¿Quién mide y evalúa su calidad? ¿Cómo, en un país que no tiene encuestas de empleo con un mínimo de calidad, podemos asegurar que se están generando más y mejores empleos? Porque pagar carísimos espacios en los medios de comunicación con la cantaleta de lo beneficiosas que son las inversiones que tenemos, sin tener una forma de verificar lo que dicen, no es serio. Menos responsable.
Esta semana se celebra el evento “Guatemala investment summit”, cuyos patrocinadores están clasificados en “platino, oro y bronce,” según la cantidad de dinero que aportan. Un esquema exclusivista en el que pareciera que se van a reunir a decirse entre ellos las cosas que les gusta escuchar, dejando al resto de Guatemala y el mundo al margen. Su apoteosis de la figura del inversionista que idealizan, sin importar cuál sea la realidad.
Dentro de los patrocinadores llama la atención la presencia de tres mineras, las dos tabacaleras, licoreras, cervecería, generadoras de energía, entre otras. Justamente las empresas que causan conflictos sociales, y que se caracterizan por su irrespeto a la vida, leyes y prácticas sociales. Por ejemplo, no concibo cómo una entidad como la Mina San Rafael, con ya demasiados señalamientos de agresiones a la población y responsable de haber contratado a un criminal como jefe de seguridad, la podamos aplaudir por sus inversiones en Guatemala.
Porque estoy convencido que Guatemala estaría mejor sin esta minera. Que genera empleo, ¿cuánto en realidad? Me podrán dar un número, pero carente de contexto y análisis. ¿Cuántos empleos ha generado versus cuántas personas están siendo perjudicadas? ¿Versus el daño ambiental y social que causa? ¿Se justifica que por esos alardeados empleos, se le permita a una empresa contratar a un asesino como jefe de seguridad?
Y entonces, cabe preguntar: ¿qué les atrajo de Guatemala para venir a invertir? ¿Qué es lo que van a mercadear en su “investment summit”? ¿Fuerza laboral calificada y saludable, respeto a las leyes y buen clima de negocios? U, ¿oportunidad para hacer dinero explotando a la tierra y la gente, sin que haya nadie que les pida cuentas y beneficios reales para Guatemala?
Guatemala, con la mitad de su niñez desnutrida, no puede ofrecer una fuerza laboral educada y saludable. Pero tenemos licoreras y tabacaleras. No podemos ofrecer respeto a la vida, aquejados por la violencia y la impunidad. Pero tenemos empresas que depredan nuestros recursos naturales (de los cuales los dueños somos todos), sin control y crean conflicto social al cual responden asesinando a los pobladores. Estábamos siendo aplaudidos como un país cuyo sistema de justicia daba un paso adelante con el juicio por genocidio, y los empresarios presionaron a tres magistrados de la CC para revertir el fallo… ¿tanto asusta a los “inversionistas” que vendrán al evento la posibilidad de hacer justicia?
Así, quizá convenga distinguir entre Inversión e “inversión”. La primera, legítima, beneficiosa y tan urgentemente necesitada, pero que requiere equidad, justicia, emprendimiento y desarrollo. La segunda, así, con las comillas, es un lobo disfrazado de oveja, que promueve impunidad, conflicto social y violencia, privilegios y la posibilidad de lucrar por encima del respeto a los demás.
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