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Inexcusablemente negra

Se dice la mano negra, el mercado negro, en lugar de decir clandestino o ilegal, que son las palabras adecuadas. Pero no es sólo semántica, es cómo estereotipamos a un grupo de personas con base en algo tan particular como el color de la piel o su origen colectivo para generalizar conductas nefastas.
Cuando la violencia física y sexual es contra mujeres afro, es mucho más cruel y agresiva, porque se tiene la idea de que los cuerpos negros aguantan más dolor como herencia de la esclavitud.
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Inexcusablemente negra

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No, Joanna no es extranjera, como en ocasiones le han preguntado por la calle. Glenda Joanna Wetherborn tiene 33 años y es una mujer negra de raíces jamaiquinas cuyos bisabuelos migraron a Guatemala para trabajar en la United Fruit Company, en el área de Izabal. Es periodista egresada de la Universidad de San Carlos de Guatemala, y cuenta con una maestría en Género, Equidad e Igualdad en Desarrollo por la Universidad de Cataluña, en España. Es una comunicadora social feminista.

Actualmente, se desempeña como Coordinadora de Comunicación y Divulgación de la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribeñas y de la Diáspora. Esta Red surge en 1992 en el marco de un encuentro de cientos de mujeres afrolatinoamericanas y caribeñas en República Dominicana en el que se plantearon el impacto diferenciado del racismo entre hombres y mujeres negras. Además, posicionaron el género y la racialidad como elementos fundamentales para la interpretación de las dinámicas sociales.

El rostro afro de Guatemala existe, y ha sido negado en las estadísticas y obligado a definirse en función de lo ladino o lo indígena. Con una sonrisa ancha y el pelo trenzado, Joanna cuenta cómo ha sido su acercamiento con el feminismo negro y la relación de la población afroguatemalteca con un Estado que no les reconoce jurídicamente.

Lo personal

¿Cómo fue su encuentro con su ser negra?

Yo la he tenido muy fácil. Fenotípicamente yo encajo dentro de una persona tradicionalmente negra. La gente me identifica así también, desde que era niña me gritaban negra en la calle. Lo que no tenía era la conciencia de qué significa ser negra en un país marcado por exclusiones, por racismo, por estereotipos. Esas reflexiones o esas interpretaciones que son más sociales, políticas y culturales, las fui concibiendo a partir de la adolescencia.

Cuando tenía 17 años y estaba en diversificado en un colegio de la capital, me hacían bullying. A mí siempre me ha gustado estudiar, ha sido mi ventana a muchas cosas. Por eso pensé que me molestaban en la clase. El primer semestre de ese año, nadie me dirigía la palabra, por lo que me relacionaba con compañeras y compañeros de otros salones En una ocasión empezaron a pasarse notas y una vez un profesor interceptó en el camino un dibujo, habían hecho una caricatura mía. El papel tenía bastantes anotaciones, pero, además, una caricatura ridiculizada de mi figura, yo dije: “¡Ah!, ¡es porque soy negra!  ¡Todo este asunto es porque soy negra!”.

Me puse a llorar cuando estaba en casa. No lo compartí con mi familia porque era una preocupación adicional y si yo comparaba eso con anécdotas que contaba mi mamá de las cosas que le tocó a ella vivir cuando estuvo estudiando, eran mucho más fuertes, más agresivas físicamente también más violentas. 

Entonces, ese tipo de experiencias por lo general me las reservaba. ¡No había nada qué hacer! Yo no iba a dejar de ser negra, ni quería. Desde entonces decidí que yo no podía asumir la ignorancia de todo el mundo.

Poema “Me gritaron negra” de Victoria Santacruz (1922-2014), artista y activista afroperuana.

¿Qué es el feminismo negro?

Lo que hace el feminismo negro, en general, es ubicar a las mujeres como sujeto político, como personas autónomas dentro de este sistema. Además de ubicar todas esas relaciones dispares de poder entre mujeres y hombres, ubica al racismo como otra gran categoría de exclusión, de violencia, de discriminación. Y lo hace, además, desde el planteamiento de las mujeres que están viviendo esas categorías de violencia y discriminación. El feminismo negro explora el sistema que rige la jerarquización de las vidas por el color de piel y la historia vinculada a este.

Hay que entender que históricamente también, el feminismo como gran corriente universal, se reconocía en singular, o sea, el feminismo. Todo lo demás quedaba a la periferia y eso no ha escapado a ningún país y a ningún momento incluso de las olas del feminismo. Al principio, por ejemplo, yo me asumí feminista porque era consecuente con lo que había aprendido en mi casa, así de sencillo. Pero sentía cosas que no terminaban de calzar conmigo, con las que no terminaba de sentirme identificada, no sabía cómo nombrarlo. Había cosas que a mí, por ejemplo, me habían pasado y que ninguna de las compañeras lo veía como relevante.

A través de una amiga de la universidad empecé a acercarme a Angela Davis. ¡Me dio vergüenza no haberla encontrado antes! Seguí buscando y tuve un primer encuentro con un grupo de mujeres afro de América Latina y el Caribe a través de un chat de Yahoo. Entendí, entonces, que el reconocimiento de la diferencia y la diversidad se asocia a algo negativo, porque lo que más se ajuste al canon y al patrón impuesto es lo que recibe los beneficios económicos, sociales y políticos.

¿Qué significa ser una mujer negra en ciudad de Guatemala?

Cuando tenía cuatro años nos mudamos con mi familia a Amatitlán. Éramos la única familia visiblemente negra en la colonia, quizá en el municipio. Me sabía negra porque era distinta al resto y me lo decían en la calle, aunque yo no lo hubiera querido ver. Hace dos días, aquí en la zona 1 de la capital, una persona me preguntó de qué país era. Es decir, hay un desconocimiento total de la existencia de la población negra o afrodescendiente o garífuna, aquí en Guatemala. Además, las personas que medio saben la ubican única y exclusivamente en Livingston. Hay que explicarle a la gente en principio no toda la población negra en Guatemala es garífuna.

Cuando no estás visibilizada en tu propio país, pasa eso: que todo el mundo te pregunta de dónde eres, aún agentes de seguridad, agentes de migración, te tratan con sospecha, te tratan como extranjera o extranjero y eso es algo que nos pasa cotidianamente.

¿Cuál es la importancia de hacer la diferenciación entre población garífuna y población afroguatemalteca?

Más que importancia, y realmente no es un intento de segregar, es la necesidad de visibilizar la diversidad que hay. Por ejemplo, dentro de la cultura maya se reconoce que hay por lo menos veintidós etnias reconocidas oficialmente y hay otras que están buscando reconocimiento. Lo mismo pasa con la población negra o afrodescendiente. El asunto es que en el caso de Guatemala particularmente, el único reconocimiento oficial que ha habido de la población negra es garífuna. Y eso fue a raíz de los Acuerdos de Paz, porque había una necesidad, una urgencia de reconocimiento. Valoramos que ese fue un antes y un después en la historia del país, del reconocimiento de la cultura y de la población afrodescendiente y de sus aportes, que en ese momento histórico era una necesidad inicial de reivindicación. Pero en estos 20 años se ha seguido invisibilizando a otras poblaciones. Antropológica e históricamente tenemos raíces distintas, idiomas diferentes.

Por ejemplo, mi familia que es de ascendencia jamaiquina, que nos identificamos como creol y que el idioma ha sido el inglés.  Se conoce muy poco y, en algún momento, en Izabal nos decían “los otros negros”.  Está relacionado también con el momento histórico de llegada, que viene de hace cuatro generaciones por lo menos. Muchas familias llegaron para trabajar en el ferrocarril, o con la United Fruit Company.

La palabra afrodescendiente es una conceptualización política que se hace a nivel mundial a raíz de la Conferencia de Durban en 2001. En ésta, los países del mundo reconocen que tienen población negra. En Guatemala, lo que buscamos es que se siga visibilizando a la población garífuna, respetando esa auto identificación, pero que además se reconozca la existencia de las otras personas y de las otras culturas que estamos acá, que somos afro, que somos negras y que no se nos ha dado un lugar, ni oficial. Y eso significa que no tenemos existencia jurídica, y así no podemos demandar participación, cuotas de representación, nuestras necesidades quedan totalmente abandonadas.

Lo gracioso es que desde el Acta de Independencia, por ejemplo, se menciona la existencia de la población negra o de origen africano, desde 1821. ¿Qué fue lo que pasó, entonces, para que luego borraran esa existencia?

Más allá de los rasgos físicos, del fenotipo, ¿qué es la negritud?

Es un elemento de la identidad que sí, en muchos casos está relacionado con el color de la piel, con el origen ancestral y con el origen antropológico de esa raíz africana, pero también con los otros elementos que conforman la cultura, la identidad, la cosmovisión y la espiritualidad afrodescendiente.

Por eso es que también existen personas que parecieran mestizas o blancas que se reivindican como afro, que se reivindican como negras. Esas personas la tienen más difícil en el sentido de tener que estar dando explicaciones de su árbol genealógico, de defender la cultura en la que crecieron y no limitarse al color de la piel. Una de las principales críticas que les hacen es: “¿Y para qué querés decir que sos negra? si no lo hacés te va a ir mejor”. Porque el trato que se le da a la negritud continúa siendo esclavista violento y racista.

¿Cuáles son los estereotipos que prevalecen acerca de la población negra, específicamente de la mujer afro?

Hay que entender que estos provienen de la desinformación. Generalmente, cuando se habla de la población negra, se hace desde el folklor: el baile, la comida, las trenzas. Pero hay muchísimos otros elementos que no se recuperan. Cuando se pone a una población como que solo es la postal folklórica, se está invisibilizando que tiene un aporte importante en la economía, en la educación, en la cultura.

La categoría del racismo como tal marca las vidas de las mujeres de manera muy particular. Marca nuestros cuerpos. Se cree que todas las mujeres negras tenemos que ser calientes, que todas las mujeres negras tenemos que ser complacientes y que, además, estamos sólo en función de servir a alguien más. Se nos vincula a trabajos de baja remuneración, no asociados a otros niveles de profesionalismo.

Los estereotipos sobre la población negra siguen asociándose con la esclavitud. Se cree que son quienes aguantan el trabajo fuerte, quienes resisten y no sienten dolor. No olvidemos esa frase tan popular de: “¿cómo estás?  trabajando como negro, pero para vivir como blanco”, que refuerza la idea de que vivir como negro no está bien. El ideal es vivir como blanco, porque los negros son lo menos humano posible. Y el racismo hizo eso, estableció un sistema de jerarquías humanas relacionadas al color de la piel fundamentalmente y hasta con el origen. Todo lo relacionado con África, todo lo relacionado con lo negro, es lo peor en la escala en esa jerarquización.

En los medios de comunicación, nos representan desde el personaje chistoso, desde la mujer sirvienta, amante, vulgar o exótica. Con frecuencia las personas negras son quienes mueren de la forma más chistosa y todo el mundo se ríe, son por quienes menos simpatía siente el espectador. Son los más criminales o los más mañosos.

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Reforzando esos estereotipos de la mano negra, el mercado negro, en lugar de decir clandestino o ilegal, que son las palabras adecuadas. Pero no es sólo semántica, es cómo estereotipamos a un grupo de personas con base en algo tan particular como el color de la piel o su origen colectivo para generalizar conductas nefastas.

¿Cómo analiza la idea aprendida de la estética y su relación con el racismo?

 Claro, la “belleza” tradicional. Si nos vamos a la publicidad, a los concursos de belleza, ¿qué encontramos? Tiene que ser una mujer alta, delgada, blanca, o si no, de rasgos finos. Y entonces también se utiliza algo que nosotras, las afrodescendientes, llamamos el insulto solapado, que supuestamente es un cumplido. Por ejemplo, te dicen: “¡Ay! pero tú tienes los rasgos finos”, para decirte “eres negra, pero no tan fea como son ustedes”. También el clásico: “es negra, pero es inteligente”, “es negra, pero es bonita”, como si fueran antagónicos.

Marca profundamente. Lo mismo con el pelo. La estética dominante del pelo no reconoce el cabello afro al natural como un rasgo de buena presencia. Porque el estereotipo está en que tiene que ser liso. ¡Por eso son tan populares los alisadores!

A través de estos elementos, que parecen tan sutiles, también se genera muchísima violencia. Algo que como feministas negras hemos evidenciado, es que cuando la violencia física y sexual es contra mujeres afro, es mucho más cruel y agresiva, porque se tiene la idea de que los cuerpos negros aguantan más dolor como herencia de la esclavitud.

Lo organizativo

¿En qué momento comienza a vincularse a organizaciones sociales?

Mi activismo empezó con las luchas campesinas, con las luchas de reivindicación de los pueblos indígenas. Hasta que en algún momento compañeras y compañeros indígenas–mayas, dijeron: “sí, pero al final tú no eres indígena”.  Me dolió muchísimo porque yo estaba totalmente involucrada hasta que me dieron un no lugar, en esas luchas legítimas que yo estaba acompañando. Ese “sí, pero no” lo encontré en las luchas por los derechos de la comunidad LGTBIQ, con compañeras que me decían “sí, pero es que no sos lesbiana”. Comencé a preguntarme, “y entonces, ¿desde dónde?”.

Incluso a nivel de relaciones de amistad, algunas amigas me decían: “deberías buscar y juntarte con más gente como tú, que piense como tú”. Ese primer momento fue doloroso, era como si me estuvieran diciendo extraterrestre. Empecé a pensarme y al final, los espacios de relacionamiento con compañeras de otros países fueron los que me dieron los elementos para posicionarme mejor, desde la agenda y la ciudadanía negra, como activista negra en mi país.

Me convertí en un vínculo entre las feministas, que se asumían como tal, y las compañeras negras que no se relacionaban con el feminismo porque al final del día, ¿qué había hecho por ellas? Mi paso por algunas organizaciones fue con el afán de ir tendiendo puentes para crear una propuesta más humana de relacionamiento.

En ese caminar he tenido la suerte de visitar y vivir en varios países en donde la población afro es más grande, como República Dominicana, Haití y Nicaragua. Eso me dio acceso a otra literatura, a otras experiencias concretas, a otros procesos históricos que me dieron impulso para teorizar y documentar lo que pasaba en mi propio país.

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¿Cuál es el trabajo que realizan desde la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribeñas y de la Diáspora?

Esta red de mujeres se crea en 1992 en República Dominicana. Como Red buscamos incidir para llevar estos temas a las agendas nacionales e internacionales. En total son 30 países los que la conforman y queremos incidir en los espacios de toma de decisiones para desmantelar el sistema racista que tenemos. Porque existe, aunque muchas personas digan que no hay racismo porque en todos lados hay negros e indígenas. Sí, pero nos seguimos relacionando desde estereotipos y prejuicios que alimentan la desigualdad.

No es casualidad que los territorios en donde hay más población afro, más población indígena, sean los más pobres y los que menos infraestructura tienen, y en donde más despojos hay, y en donde más conflictividad hay, incluso con la tenencia de la tierra

La Red tiene una plataforma política que se centra en 17 temas en total, relacionados a los Objetivos de Desarrollo Sostenible y otras agendas internacionales, esto con el fin de lograr que nuestras propuestas sean vinculantes.

¿Cómo interactúa el feminismo negro con otros tipos de feminismo?

Incluso las relaciones entre las mismas mujeres feministas estaban viciadas por el racismo. Muchos oídos feministas permanecieron sordos durante muchísimo tiempo. Hasta que ya hubo un contingente cada vez más fuerte, y más grande de mujeres negras, diciendo: ¡aquí estamos!, ¡aquí estamos! Y no sólo negras. Dentro de esa categoría que hablamos de feminismos decoloniales, que ubicamos también el racismo como una de las categorías de opresión, al igual que la clase, al igual que el sexo. Hay feminismos emergentes indígenas, está el feminismo comunitario, el feminismo ecológico y así, otro montón de vertientes que obligamos al feminismo a dejar de ser el feminismo y a ser los feminismos.

No hay una sola forma válida de ser feminista, así como no hay una sola forma válida, ni de ser mujer, ni de ser persona.

Las relaciones entre el feminismo blanco y los demás tipos de feminismo son complejas. ¿Qué siente cuando escucha a mujeres blancas hablando de sus opresiones?

Lo que sucede es que, claro, hay sembradas desconfianzas también. Las feministas negras, las feministas de color, tuvimos que hacernos nuestro espacio, ahí donde no nos escuchaban. Las blancas nunca tuvieron la necesidad de reconocerse ni de reivindicarse como tal. Nadie dice “somos feministas blancas”, porque incluso ahora eso sería un poco vergonzoso. Porque el feminismo como tal, se ha planteado como apuesta filosófica y política de luchar contra las opresiones que vivimos las mujeres. Lo que sucede es que esas otras categorías no habían sido dimensionadas, porque los espacios para que las mujeres lo planteáramos habían estado cerrados, dentro de los mismos espacios feministas y dentro de los mismos espacios mixtos de toma de decisiones.

Todas las mujeres pueden hablar de algún tipo de opresión, lo que yo critico, lo que criticamos muchas, es cuando se hace desde la apropiación. Es decir, empezar a utilizar las experiencias, las historias, las situaciones y realidades de las otras sólo para darse a conocer como “incluyentes”. Si yo realmente reconozco que hay una diversidad, ¿por qué no cedo esos minutos, ese espacio, para que otra compañera lo cuente también? En los espacios empezar a reconocer las ausencias, ¿quiénes no están presentes para hablar con su propia voz?

Las mujeres con discapacidad, las mujeres lesbianas, trans, intersexuales, las mujeres rurales, las mujeres negras. Porque incluso no es lo mismo una mujer negra en el campo, que una mujer negra en la ciudad. Una mujer negra que tuvo oportunidad de escolarizarse y de profesionalizarse, que otra que no; en la escala de posibilidades y oportunidades sociales.

Alfre Woodard leyendo el discurso que Sojourner Truth (1797-1883), abolicionista y activista afroamericana, dio en la Convención de Mujeres en Ohio, EEUU, en 1851.

El Estado de Guatemala y las mujeres afro

¿Cómo se contrarresta la insivibilización histórica de la población afroguatemalteca?

La visibilidad, también tiene que ver con las estadísticas y con los censos. Sabemos que siempre hay un margen de subrepresentación en todos estos procesos. Pero, por ejemplo, en el censo de 2002 se dijo que la población garífuna era el 0.04% de la población total. Porque se decía que sólo había cinco mil personas garífunas en el país, claro, sólo preguntaron garífunas.

En ese instrumento, yo recuerdo que cuando yo estaba estudiando en secundaria nos pasaron la boleta, pero en esa boleta, en Amatitlán, sólo decía: indígena o ladino o mestizo. Entonces yo, con toda la ignorancia del caso, voy y le pregunto a mi maestra: ¿y aquí qué pongo? Y me dice: ponete como mestiza porque tú no sos indígena. Y es cierto, no era indígena, pero no había una categoría que me recogiera a mí.

Así como yo no me pude registrar, ni mi familia, hay otro montón de gente que no pudo estar allí y que por eso dicen: ¡ah!, es un 5%. ¿Qué implica eso cuando hablamos en términos de lo que significa para la estadística nacional y para la inversión pública? ¿Qué significa cuando hablamos de participación política?

Ahora que viene el nuevo censo nacional, debemos saber qué indicadores se van a utilizar, cómo van a desagregar los datos y cómo son los instrumentos para que realmente permitan un reconocimiento de todas y todos. Sabemos que capacitar a los encuestadores tiene un costo alto, pero el costo de la exclusión para nosotras ha sido muy alto, y lo seguimos pagando.

Las personas que no somos garífunas no estamos nombradas oficialmente dentro de ningún instrumento nacional. Es necesario que se cuente otra historia, no solamente la de la población negra como la que llegó a raíz de la esclavitud. ¿Acaso no somos más que eso? Nos intentan imponer vergüenza por ser descendientes de personas que fueron esclavizadas, no esclavas, contra su voluntad. Pero es a nosotras a quienes nos imponen la vergüenza, sin hablar de la pena que deberían sentir al reivindicarse como hijas e hijos, descendientes, de personas que esclavizaron y trataron como bestias a otras personas.

Por eso, decimos que combatir el racismo es responsabilidad de todas y todos, y no sólo de quienes estamos sufriéndolo desde la peor parte de la opresión. Esa también es una deuda histórica y estructural.

También, recuperando la intención del Decenio Internacional para los Afrodescendientes (2015-2024) , las reparaciones y las medidas afirmativas para cambiar estas relaciones de poder. Cuando hablamos de estas medidas, incluso de compensación y no sólo de dinero, tiene que ver con remover los obstáculos a oportunidades, pero también el reconocimiento de los aportes que las culturas y comunidades afrodescendientes hemos hecho en la historia del país. Porque no somos un costo, no somos lo que arrastra el país. También hemos generado desde la productividad, habemos profesionales en todos los ámbitos. No queremos ser sólo la postal, la foto que folkloriza.

¿Existen elementos de resistencia anti-racista por parte de la población afroguatemalteca?

El hecho mismo de seguir aquí de no dejarnos morir es resistencia. Nuestra existencia es una muestra de resiliencia, de nuestra capacidad de adaptarnos a los cambios tratando de posicionarnos y evidenciándonos más como personas que reclamamos derechos y que necesitamos condiciones para vivir dignamente.

No podemos olvidar la cultura misma, la música, los instrumentos, el baile. El baile es una de las primeras resistencias de todas las personas negras, afrodescendientes. A través del baile, las personas que habían sido esclavizadas decían: “en el día se apoderan de mi cuerpo para el trabajo, pero en la noche soy libre y me muevo como quiero”. El problema es que se ha tergiversado, objetivizado, y ahora se asocia sólo con la morbosidad o el exceso de erotismo. Pero es la reivindicación de la libertad plena y del movimiento del cuerpo a voluntad.

En la música, por ejemplo, las percusiones se utilizaban no sólo para entretenimiento, sino como estrategia para avisar que venían los contras, cuando eran comunidades que estaban en resistencia o que se habían escapado. Los diferentes toques tenían un significado. También el cabello de las mujeres, cuando se trenzaba no era sólo un asunto estético, sino que ahí delineaban rutas y sabían qué caminos tomar para evitar peligros. La resistencia y la historia la hemos contado con el cuerpo, con la cultura. Pero cuando nos encasillan y reducen al folklor, todo eso se pierde y se queda en algo trivial.

Yo, ahora, me asumo inexcusablemente negra, y sin vergüenza. 

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