Esta es la tercera y última semana del programa de Jóvenes Líderes Iberoamericanos y pareciera que ya todos tenemos claro que el concepto Iberoamérica está en construcción. Pudiera pensarse que si está en construcción no es una realidad, sino más bien un imaginario impuesto por políticos o grupos que de alguna forma tienen interés en hacernos creer que España, Portugal y América Latina somos una.
Sin embargo, las cosas no son blanco o negro, pues hay una gama de grises de por medio. Sí tenemos cosas en común: la primera, y quizás la más evidente, es que compartimos la raíz de una lengua (el latín vulgar que da origen al español y al portugués). Más que una lengua, me atrevo a decir que es un lenguaje, porque abarca nuestros movimientos y la forma en que vemos el mundo. Además, compartimos una historia de descubrimiento común, pero también una historia contemporánea agitada y conflictiva. Eso nos hace ser empáticos ante los problemas de los otros países, sean estos económicos, sociales o políticos.
Las adversidades nos han hecho creativos: encontramos ante las crisis soluciones, tenemos la capacidad de reírnos de nosotros mismos y de pensar siempre que no podemos estar peor y que en algún momento la situación va a girar a nuestro favor, somos en ese sentido Quijotes. La realidad económica de muchas naciones de Latinoamérica alienta a España y a Portugal, quienes ven en plena crisis europea a estos países como socios y cuyas inversiones se han volcado en estos mercados. En materia política es ahora cuando los grandes de América Latina tienen la oportunidad de incursionar fuertemente en las decisiones globales.
Las situaciones políticas de nuestros países han propiciado que los jóvenes sean más participativos. Los movimientos sociales, poco a poco, han surgido y esto ha obligado a los políticos a tomar en cuenta dichas exigencias, claro ejemplo de un concepto distinto de democracia, porque el voto ya no es la única forma de manifestarse. Considero que en materia de derechos humanos también ha habido un avance, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha tenido un papel preponderante en este cambio.
Esta visión positiva del mundo nos caracteriza, pero también un sentimiento de frustración y descontento frente a la clase política. No nos damos cuenta de que, quizás, no existe tal cosa como una clase política y que esto es un reflejo de nuestros valores, por lo que es necesario que analicemos nuestro comportamiento como ciudadanos y empecemos por asumir la responsabilidad que nos corresponde.
Los nacionalismos de los países que conforman Iberoamérica son fuertes. Muchos dicen que es porque los procesos de independencia y la historia contemporánea de nuestros países no permiten que nos despojemos de estos conceptos soberanos tan profundos. Quizás esto no nos permite integrarnos de la forma tradicional, pero conocernos mejor definitivamente puede permitir que en un futuro no tan lejano podamos construir un modelo que rompa las fronteras que hoy existen. Liberarnos de esas ataduras de ignorancia mutua nos permitirá proyectar a Iberoamérica y construir ese concepto que hoy no tenemos.
“No existe la libertad, sino la búsqueda de la libertad, y esa búsqueda es la que nos hace libres”. Carlos Fuentes
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