Sin embargo, en primera instancia valdría la pena preguntarse si este mismo sector privado que mercadea el resurgir de la ciudad de Bogotá tendrá claro que esto no ha sido obra de Álvaro Uribe, sino de Antanas Mockus y su campaña de sensibilidad social. Estimado lector: ¿usted concibe al Cacif invitando a Antanas Mockus para enseñarles cómo hacer digna y humana una ciudad? Yo tampoco.
Lo que más me ofende es la forma tan patética, vil e imbécil como se ha explicado, en boca del sector usurero organizado, el proceso de transformación de la ciudad de Palermo. Trasladar experiencias sociales-antropológicas de una latitud geográfica a otra, y en diferentes momentos históricos, es una de las mayores tentaciones de los analistas. Entendiendo que no se les puede pedir mucho a los vendedores de carros, quisiera explicar brevemente los puntos no mencionados sobre lo que la teoría social denomina el Legado Palermitano.
El Legado Palermitano es, en efecto, impresionante a todas luces. El número de homicidios cometidos solo en la ciudad de Palermo en 1995 era de 118, para 1996 era de 61 y para 1997 de menos de 27 (de los cuales más del 70% fueron de vinculación mafiosa). La cifra de 27 homicidios, todos con autoría plenamente comprobada, significa un avance a pasos agigantados en la lucha contra la criminalidad. Sin embargo, la reducción de la cifra fría de homicidios no es en sí el legado de Palermo.
Tampoco se puede reducir el legado de Palermo al redescubrimiento cultural de la ciudad de Palermo. La ciudad de Palermo desarrolló el plan “adopta un monumento”, en el cual cada familia se comprometía a limpiar e invertir económicamente en la restauración de los monumentos de la ciudad. Habría que notar que en Palermo esto fue una actividad exclusiva de la sociedad civil, sin espacio para que el sector privado lograra lucrar en el proceso. Compárese el proceso de restauración de espacios públicos en la zona 1 capitalina, los cuales han servido para aumentar simplemente comercios, bares, cafés y, además, generar una burbuja de bienes raíces con los edificios de apartamentos cercanos, lo cual ha significado un repoblamiento de las zonas populares por parte de las zonas adineradas. Sin embargo, y para mostrar las diferencias culturales, lo primero que en Palermo se reconstruye fue el centro cultural I Cantieri Culturali alla Zisa, donde los ciudadanos, gratuitamente, pueden disfrutar de instalaciones que ofrecen desde galería de arte y biblioteca, hasta una hermosa sala de conciertos al aire libre. En Guatemala, la renovación cívica se resume en las pasarelas de Café Saúl y las revistas de guía inmobiliaria. Cuando en Palermo el programa de restauración fue iniciado, más del 80% de los monumentos de la ciudad estaban permanentemente cerrados. Después de que el programa inició su marcha, el 60% de ellos habían sido adoptados, y el resto, en responsabilidad del Estado.
El Legado Palermitano, correctamente comprendido, nos muestra el hastío de la sociedad palermitana de sus valores tradicionales, valores tales como el autoritarismo, el machismo paternalista, la resolución de problemas través de la violencia, los valores burgueses (el éxito significa riqueza material), etc… Todo aquello que alimenta a la mafia pasó a ser sancionado por la sociedad.
Pero también fue necesaria la inversión pública en el sistema educativo. El lema de las escuelas de Palermo durante el inicio de la reforma fue “Aquí educamos a la honestidad, a la justicia y a la paz”. En Guatemala esto hubiese sido tildado de socialismo chavista.
El Legado Palermitano obligó también a los medios a reducir el contenido de nota roja en sus publicaciones, a pesar de que esta fuese un margen de venta muy alto. Fue precisamente el diario Giornale di Sicilia (primer periódico de la región) quien da el ejemplo al modificar la forma de cubrir los eventos de violencia. Eso a pesar de las pérdidas económicas.
El pacto social Palermitano, el Legado de Palermo, es algo más que un manual de estética urbana. El Legado de Palermo es un basta ya hacia la nota roja, pues la muerte no puede ser fuente de ganancia ni de morbo. El Legado de Palermo es una apuesta por el Estado y por espacios públicos gratuitos para que los libros substituyan a las armas. El Legado Palermo fue un tributo a los jueces, periodistas y fiscales antimafia que murieron en el cumplimiento de su deber, porque al burócrata honesto hay que reconocerle. El Legado de Palermo es el parto de la cultura de la legalidad. El Legado de Palermo es entender que no se vale hacer dinero a cualquier costo ni de cualquier manera. Es, este legado, todo lo contrario a la forma como el sector privado guatemalteco le comprende, desdoblado en su propia forma de hacer historia para un segmento social que considera la Cuba de Batista, el Chile de Pinochet o la Venezuela de Carlos Andrés Pérez paraísos de libertad. No se vale hacer historia a la medida.
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