Héroes y villanos

La cual nos resulta muy fácil de aceptar, dado que por nuestra educación religiosa, estamos dispuestos a buscar al pecador y al santo. Pero resulta que, como nos aclaró el maestro Savater, no existe tal cosa, ya que los buenos a veces actúan mal y los malos también hacen cosas buenas. Sin embargo, los medios nos venden la imagen del malo que siempre hace cosas malas y del bueno, que es incapaz de cometer un acto indecoroso.

Por ejemplo, la más reciente villana consagrada de la prensa es por unanimidad la señora Sandra Torres. Presentada a la opinión pública como un ser maligno, sin valores ni principios, ambiciosa, prepotente, etc.

En el otro extremo, tenemos a Cristina Siekavizza que ha sido santificada por la prensa. La madre voluntariosa, la hija obediente y colaboradora, la esposa fiel y sacrificada, y otro gran etcétera.

Probablemente, en ambos casos, las características planteadas sean ciertas, sin embargo, la información dada es innecesaria para juzgar los hechos. De qué nos sirve saber que la señora Torres es buena o mala, cuando lo importante es juzgar si sus acciones son políticamente correctas o no, legales o no. Así mismo, Cristina pudo ser la mejor mujer de este mundo, pero probablemente, actuó mal al no denunciar a su agresor o al no buscar ayuda para protegerse ella y sus hijos.

Nuestra herencia católica, nos decía Fernando Savater, en su búsqueda del pecador, nos impide juzgar las acciones de manera aislada sin que intervenga el juicio moral. Confundimos la ética con la política. Desconocemos, que la primera es un asunto individual, mientras que la política se refiere al actuar colectivo.

Es deber de los medios de comunicación presentarnos los hechos sin juicios de valor y buscar que todas las partes involucradas en el acto tengan su espacio para expresar su punto de vista. Por eso, aunque nos parezca absurdo, en la nota de Los Encapuchados de Panajachel, por ejemplo, es deber de la prensa presentar los hechos y las opiniones de los implicados, incluidos los mismos encapuchados, las víctimas, las autoridades, los vecinos. Los ciudadanos necesitamos conocer la realidad, así caótica y confusa como es, sin maquillaje ni siliconas que la transformen.

Por suerte, me satisface saber que, en medio de esta desinformación, existe en Guatemala, un medio de comunicación como Plaza Pública, que al menos, confronta a las partes involucradas y nos da a los lectores una aproximación más completa de la realidad. Esa realidad donde conviven los “buenos” haciendo cosas malas y los “malos” actuando bien.