La preocupación por el cuidado del ambiente y su preservación es en las últimas décadas uno de los temas que dividen a las personas en bandos bien definidos y en algún momento extremos: cosa rara si asumimos que defender el ambiente es asunto de defender la vida misma.
Cuando se piensa y opina dentro del espectro que se ubica en el medio de los extremos, por lo general se adopta una posición tibia respecto al cambio climático y se piensa que es más una construcción militante de los defensores a ultranza. Se razona en el sentido de que siempre han existido una especie de ciclos en las crisis climáticas, desde las glaciaciones hasta las tormentas y los huracanes.
Quienes tenemos la formación académica de las ciencias económicas somos fácilmente presas de la comodidad de esta posición medianera. Así, la única forma de sentir en el propio cuero la magnitud de las crisis ambientales es cuando estas pegan duro y directo en una variable de la economía o de las finanzas, de un modo tal que se destaca dentro del grupo de factores que puedan estar afectando la variable.
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Para explicar el párrafo anterior, diremos, por ejemplo, que las bajas en productividad sectorial definitivamente son afectadas por los eventos del clima, pero que al mismo tiempo sufren efectos de otras varias causas (mercados distorsionados, mala asignación de recursos, políticas públicas, etcétera). Es impresionante cuando las actividades de un sector productivo en particular se ven impactadas por el clima. Las actividades financieras pueden ver ahora impactos en las dificultades que enfrentan proyectos para cumplir con sus obligaciones crediticias. Los indicadores de mora crecen en actividades como las agrícolas y las de generación de energía.
A partir de un régimen de lluvias dramáticamente irregular, la región centroamericana encuentra afectados negativamente los niveles de productividad en el sector agrícola, especialmente en todos aquellos cultivos que no cuentan con infraestructura de riego (a lo cual se suma la presencia de plagas que, al no cerrar ciclos, han afectado cosechas enteras). Además, en la generación de energía hidroeléctrica, el déficit en los caudales de agua ha impactado de manera igualmente negativa los proyectos y sus indicadores. Sectores como el turismo no tardarán en ser impactados.
Una de las frases tragicómicas dedicadas a los economistas dice que estos «saben el precio de todo y el valor de nada», pero, cuando por el cuero entra la enseñanza, muy rápido se aprecian la diferencia y la relación entre precio y valor, los impactos en la economía y en la sociedad y la angustia diferenciada entre el corto plazo y el largo.
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