La guionista y directora Nora Ephron decía: «Leer lo es todo. La lectura me hace sentir que he logrado algo, he aprendido algo, que soy mejor persona». Hago suyas mis palabras. No puedo pensar en nada que haya enriquecido mi vida de manera más trascendente que los libros.
Por lo tanto, lo menos que puedo desear para los demás es que descubran este paraíso portátil que hace la vida mucho más plena y significativa.
En Guatemala los libros son un artículo de lujo para grandes sectores de la población. No ha habido una política pública de cultura que proponga una exención de impuestos para estos vehículos de la cultura, como sí la hay para oligopolios. Así las cosas, las quijotadas por cambiar la situación han provenido del sector privado, y sin duda el más emblemático esfuerzo a favor de la lectura es la Feria Internacional del Libro en Guatemala (Filgua), que en 2016 llega a su adolescencia.
Esta será la decimotercera ocasión en que se celebre. Se realizará del 14 al 24 de julio en el Parque de la Industria. Será dedicada al doctor Edelberto Torres Rivas, intelectual señero, gran lector y autor él mismo, y estará dedicada también a los objetivos de desarrollo sostenible, hoja de ruta indispensable que necesitamos conocer y apoyar.
Pero Filgua es mucho más que un foro interesante: en esta edición se realizarán más de 300 actividades desde cuentacuentos hasta mesas redondas y conferencias. Filgua es el punto de encuentro para los que ansiamos experimentar muchas vidas y viajar a otros mundos al toque de unas páginas, inicio de ruta para que los pequeños descubran los libros y espacio para la reflexión, el análisis y el disfrute. Filgua es el evento cultural del año.
Quienes hemos encontrado tesoros sin fin en los libros tenemos una responsabilidad de corresponder al privilegio que el azar nos otorgó, una que se hace más grande ante el abandono estatal: contagiar el amor por los libros, contribuir para que se reduzcan los porcentajes de analfabetismo funcional —las personas que no leen sin que se deba a la falta de recursos, sino a la de voluntad o hábito—, poner nuestro granito de maíz para que en nuestro entorno se aprecie más un libro que una botella de licor o una ropa de marca. Hacer un país de lectores.
Aquí unas sugerencias que todos podemos practicar:
Regalemos libros para cumpleaños infantiles. Nunca sabremos cuándo le abriremos a alguien las puertas del romance más duradero: el que se tiene con la lectura.
Participemos en las liberaciones de libros. Las oficiales son cada 21 trimestralmente. La próxima es el 21 de marzo, pero podemos hacerla cuando lo deseemos. Simplemente deje un libro en un lugar público con una dedicatoria explicando que es un regalo y que quien lo reciba, tras leerlo, debe compartirlo.
Organicemos clubes de libros con amigos o intercambiemos con ellos los que ya tenemos. Podemos reunirnos una vez por semana o mes y pasar una grata velada compartiendo nuestra pasión común.
Para surtirse y nutrirse de todo lo anterior, Filgua 2016 es el lugar ideal. Falta poco, y todos y todas podemos ayudar mucho a su difusión compartiendo desde nuestras redes sociales, organizando grupos para ir, ahorrando para poder obtener los libros que más nos cautiven.
Cada uno de nosotros puede ser un embajador de la lectura en su círculo. Es el legado más hermoso que podríamos dejar a nuestro breve paso por este milagro llamado vida.
No dejemos pasar la oportunidad de que más guatemaltecos crezcan y sean mejores personas. Pensemos en una nación que honra la cultura, abierta a las distintas formas de pensar, con mentes inquisitivas forjadas en el pensamiento crítico y enfocadas al bien común, con un grupo numeroso de personas comprometidas con el desarrollo, expandiendo su intelecto, compartiendo lo que saben, siendo cultos para servir.
Ahora ya no pensemos tanto y hagamos un país de lectores.
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