Cuando se menciona que cada año 200 mil jóvenes entran al mercado laboral, pero solo 20 mil logran encuentran empleo formal, se suelen considerar tres elementos:
- Primero, debe prestarse atención a las acciones encaminadas a que existan más empresas que compitan por los trabajadores. A este elemento le llamaré “creación de empleo”.
- Segundo, debe prestarse atención a las acciones orientadas a mejorar los niveles de educación y salud de los niños y jóvenes del país. A este elemento le llamaré “jóvenes sanos y educados”.
- Tercero, debe prestar atención a las acciones que buscan actualizar la legislación para que, sin abandonar el rol tutelar al trabajador, le permita al mismo gozar de las ventajas de la nueva economía. A este elemento le llamaré “normativa laboral actualizada”.
Ahora bien, no es suficiente con “crear empleo”, “contar con jóvenes sanos y educados” y “actualizar la normativa laboral” para tener un mercado laboral más incluyente. Es necesario que le pongamos atención a dos elementos importantes:
a) Las “habilidades blandas” que poseen estos jóvenes; y,
b) La experiencia laboral con la que cuentan los jóvenes (que analizaré en otra columna).
El primer aspecto lo señala muy bien el libro The Working Poor de David Shipler. Una de sus ideas es: aunque hayan abundantes empleos de calidad, y hayan trabajadores preparados, es posible que los trabajadores no logren una inserción laboral exitosa porque les falta “habilidades blandas” (o soft skills), tales como: habilidades de comunicación; capacidad para trabajar en equipo; liderazgo; disciplina de trabajo y, una sana autoestima.
Los trabajadores sin estas “habilidades blandas”, especialmente los pobres, se quedan estancados en un “círculo vicioso”. Como no cuentan con habilidades para interactuar con otras personas, y tampoco cuentan con disciplina de trabajo y una sana autoestima, estas personas no terminan dando su mejor desempeño laboral. Simplemente su jefe no se lleva bien con ellos, así como sus compañeros de trabajo y los clientes. No llenan las expectativas porque su comportamiento no es disciplinado (con fechas de entrega y el cumplimiento del trabajo requerido) o porque no interactúan al nivel deseado (su comportamiento es poco profesional). Ello llevará a llamadas de atención o sanciones que dificultarán sus posibilidades de ascenso o mayores ingresos. Eventualmente, ello implicará la renuncia o el despido, llevando a esta persona a un trabajo cada vez menos productivo.
En el caso de jóvenes sin “habilidades blandas”, ello empieza a ser un obstáculo desde el momento en que se realiza la entrevista de trabajo y se interactúa por primera vez con personal de la empresa. Su comunicación y su apariencia profesional (dependiendo del contexto), pueden llegar a ser un obstáculo para convencer al entrevistador de la aptitud. Luego, en las primeras semanas es que se apreciará si el trabajador, más allá de dominar la técnica, tiene la capacidad para liderar positivamente y formar parte de un equipo de trabajo.
¿Qué puede hacerse? Hay una función importante aquí de la familia y la escuela. Ahora bien, también debe reconocerse que aquí juegan un rol importante otro tipo de actores. Por ejemplo, el deporte en equipos puede ayudar de gran manera, así como puede hacerlo el involucrarse en actividades de tipo religioso y de voluntariado. De esta manera se logran desarrollar en la práctica el liderazgo, la disciplina de trabajo y la sana autoestima.
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