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Gurmencindo, el primer alcalde electo de Raxruhá

El presidente de la mesa III toma la palabra: “Vamos a dar inicio a las votaciones. Nosotros no somos de ningún partido. Acá todos nos conocemos y hay que colaborar para evitar cualquier clase de problemas”.
Pero una vez allí, hay otro tipo de revuelo. “Alguien de Mi Familia Progresa está intimidando a las mujeres”, señala algo alterado el coordinador de fiscales del partido Líder.
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Gurmencindo, el primer alcalde electo de Raxruhá

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Aunque hubo numerosos rumores de fraudes y anomalías, las primeras elecciones en el municipio más nuevo de Guatemala transcurrieron con normalidad.

Aunque hubo numerosos rumores de fraudes y anomalías, las primeras elecciones en el municipio más nuevo de Guatemala transcurrieron con normalidad. Fue una muy jornada larga. A las 8 de la mañana del 12 de septiembre, todavía estaban terminando de contar los votos en el Centro de Cómputo. Pero ya había un claro ganador: UCN y su candidato Gurmencindo Reyes. La persona que más trabajó por la independencia de su municipio y quien ya ejercía de alcalde cuando Raxruhá aún era una aldea. “Yo no lo iba, pero fue el que más trabajó por el municipio. Se lo merecía”, decía una mujer en un restaurante.  

Reyes, de 43 años, maestro y abogado, vivió la jornada en su casa, tranquilo, con su familia y solo recibió la visita de dos diputados de Alta Verapaz, Marvin Orellana y Fidencio Lima, que llegaron al municipio en helicóptero. En la mañana aún no había dormido, se mostraba cansado, pero con ganas de preparar la celebración de hoy. Ante los resultados no oficiales que le nombraban como ganador, explicaba que se sentía “muy satisfecho por el respaldo de toda la gente. Principalmente con Dios, porque se hizo justicia”.    

Inicio

El día comenzó muy temprano para algunos que ya estaban en las escuelas desde las 3 y 4 de la madrugada. A las 5:45 de la mañana, además de los fiscales, en la Escuela Oficial Número 1 se estaba llenando de ciudadanos de Raxruhá, que ya iban colocándose en orden. En el camino, varias personas desfilaban para llegar a sus lugares de votación, donde siempre, en la puerta se reunían vendedoras que han preparado sus desayunos y almuerzos para que los votantes no pasen ni hambre, ni sed.

La primera en la escuela oficial número 1 en la mesa tercera fue Doña Tomasa. Su corte cruzado aún, con colores claros la falda y rojo el huipil, diferente al resto, la hace destacar. “No perdí la tradición por mi mamá”, señala. Es kaqchikel de Cubulco, Baja Verapaz, pero lleva más de 40 años en Raxruhá. Acá es donde tuvo a la mayoría de sus 12 hijos. Ellos también van a votar, pero en ese momento, solo la acompaña su nieta de 10 años. Ella también quisiera participar, comenta, “pero no puede”, dice, risueña Doña Tomasa, sonriéndole cariñosamente. También, dice, le acompaña su marido –fallecido hace casi 2 años-: “él me está viendo y también está votando hoy”.

Como todos los días Doña Tomasa se ha levantado a las 4.30 de la mañana; pero este domingo ha roto un tanto su rutina. Ha dado de comer a los animales rápido y se ha ido a la escuela para votar. ¿Por qué? “Porque hay que luchar por el municipio y por Guatemala”, responde. Desde que recuerda ha ido a votar, pero antes a Chisec. Ya tiene decidido su voto.

Dan pronto las 7 de la mañana y comienzan las votaciones. El presidente de la mesa III toma la palabra: “Vamos a dar inicio a las votaciones. Nosotros no somos de ningún partido. Acá todos nos conocemos y hay que colaborar para evitar cualquier clase de problemas”. Uno de los fiscales traduce al q’eqchi’. Y entonces, pasa Doña Tomasa. Da su cédula de vecindad con su empadronamiento actualizado y le reparten las papeletas: Blanca, para presidente y vicepresidente; verde, para los diputados nacionales; azul, para los diputados distritales; rosa, para el alcalde; amarillo, para los diputados del Parlacen.   

Se calcula que de los 7.3 millones de votantes que hay Guatemala, 1.9 millones son analfabetos, como Doña Tomasa, que se tienen que guiar por los colores de las papeletas y son, fácilmente manipulables. Además, muchos solo hablan q’eqchi’, pero los carteles con las explicaciones de cómo se debe votar están en español.

Cuando, por fin, le han repartido sus papeletas a Doña Tomasa, todas con la firma y el sello que imprime el presidente de la mesa, la mandan al otro extremo del aula, donde han colocado dos mesas con cartones del Tribunal Supremo Electoral para que nadie observe cuál es el voto de cada uno. La nieta quiere ir con ella, pero no la dejan. Y Doña Tomasa se asusta. “¿Solo uno marco?”, pregunta muy bajito, casi suplicando. “Sí”, responde en la mesa, sin ofrecer mayor ayuda. El presidente mueve la cabeza y lamenta en voz alta: “Pobre señora”. Doña Tomasa vuelve a la mesa con su nieta, coloca las papeletas en las cajas con sus colores correspondientes, imprime su huella dactilar y se marcha contenta a su casa. “Mañana me enteraré del resultado, porque me duermo pronto”, se despide. Los alfabetos tienen que firmar, pero marcan su dedo índice también, para que no puedan votar.

Mientras tanto han ido llegando varios picop y camiones llenos de gente, traídos por casi todos los partidos. Uno de ellos ha sido puesto por la UNE-GANA. En él vienen varias personas del caserío San Pablo, como Osvin Orlando, de 23 años, quien a pesar del hambre y el sueño se encuentra muy orgulloso de poder votar. “Estamos ilusionados por participar en estas primeras elecciones en Raxruhá”, añade Lorena Reyes.

Las colas van creciendo a pasos agigantados, pero los votantes no desesperarán y aguantarán estoicos el calor y la lluvia, que hará acto de presencia en varios momentos de la jornada.

Los voluntarios intentan ayudar a que se coloque cada uno en su fila correspondiente; los observadores electorales, por su parte, tratan de hacer su trabajo. Al comienzo de la mañana, en este centro de voto -donde se recibirá la mayor afluencia de votantes de los 5 restantes que hay en Raxruhá- se encuentran varias personas de la PDH, de la Universidad Rafael Landívar y los responsables del Tribunal Supremo Electoral en el Municipio. Hay varias preocupaciones que les impiden disfrutar de la actividad que se celebra. La primera alarma es que no han recibido todas las papeletas necesarias. “En caso de que sea necesario, las traerán en helicóptero”, tranquilizan los del TSE. Pero después siguen llegando las denuncias. Alguien ha visto que varias personas tienen su carné de afiliación a la UNE. “Eso está prohibido”, le cuentan, enojados, algunos fiscales al observador de la PDH, Marcelino Olmino. Pero él no puede hacer nada: “Nosotros somos solo observadores, hay que denunciarlo al TSE”, explica, mientras anota en su pequeña libretita azul. En pocas horas requisarán alrededor de 10 carnés de afiliación que no pueden introducirse a la mesa electoral, igual que las calcomanías que algunas personas se han puesto en el celular para no olvidar el simbolito por el que deben votar.

Según Roberto Milián, el presidente de la Junta Electoral Municipal (JEM), Sechaj podía ser un punto conflictivo. Olmino, de la PDH, opina igual y quiere ir, porque ha oído el rumor de que empezaron a  contar las papeletas muy temprano, a las 3 de la madrugada, cuando aún no se encontraban los fiscales de cada partido. En 10 minutos se llega a la Escuela de Sechaj, cuyo patio con hierba es un auténtico lodazal, donde es difícil caminar con premura y sin mancharse. Esta vez, a diferencia de la escuela número 1 de Raxruhá, las mujeres y los hombres están separados en distintas filas. Los hombres se empujan, gritan, se ríen y se divierten entre ellos. Las mujeres, sin embargo, están más serias en sus lugares.    

Pero una vez allí, hay otro tipo de revuelo. “Alguien de Mi Familia Progresa está intimidando a las mujeres”, señala algo alterado el coordinador de fiscales del partido Líder. Enseguida, un hombre con audífonos y polo azul niega los hechos. “¿Qué habla con la señora?”, pregunta Olmino. “Estoy saludándola solo”, contesta. “¡Mentira! He visto cómo ella le enseñaba un listado con el nombre de 42 mujeres”, expresa otro ciudadano. Pero la señora no quiere hablar, ni enseñar el papel que mostraba. “Márchense de aquí”, le increpan al joven de Mi Familia Progresa. “Yo vengo a votar acá”, contesta. Pero, pronto, el hombre que no guardaba cola desaparece de la Escuela.

Mientras se investiga a qué hora se empezó el conteo de papeletas -parece que comenzaron a las 5 de la madrugada y sí estaban la mayoría de los fiscales- enseguida se descubre otro problema. Una de las aulas tiene las ventanas mal tapadas y ese despiste es aprovechado por muchos para ver qué es lo que vota cada uno. “El voto es secreto, no se puede mirar”, dice Olmino y se dirige a hablar con el voluntario del TSE a cargo de la escuela. Cuando ya están tapando bien las ventanas, surge otra denuncia. Un alguacil se acerca también demasiado a los votantes.     

Pero, en realidad, la jornada electoral transcurre normal. Las papeletas solo faltaron en Damasco, donde fueron repuestas sin mayor problema. A las 6 de la tarde se cerraron los centros de votación; pero todavía había mucha gente esperando. “He sido el último de mi mesa, pero aún quedan bastantes”, comenta un vecino a las 19.30 horas. Pero es comprensible, añade, “había una papeleta para elegir los diputados del Parlacen y yo no tenía ni idea de por qué votar”.   

Después, se iniciaron unas horas de nerviosismo y cansancio que se alargaron hasta la mañana siguiente hasta saber los resultados. Pero, como decía Gurmencindo, “ya habrá tiempo de descansar en otro momento”. Y es que, por primera vez, los habitantes de Raxruhá han elegido a su alcalde y todos se muestran contentos, incluso los que no habían votado por el equipo ganador.    

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