Octubre fue como una chispa que encendió polvorines en Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú que a su vez generaron conflictos con matices diversos, pero comunes en cuanto a la fuerza de las protestas. Antes de estos hubo más escenarios del continente donde el malestar motivó que la gente llenara las calles.
El primero de los países citados atraviesa una ola de reclamos de fraude por la nueva elección presidencial de Evo Morales. El segundo y el tercero, por encarecimiento de los servicios básicos. El cuarto, por la supresión de subsidios a los combustibles. Y el quinto, por la maniobra del poder ejecutivo para disolver el Parlamento.
Por supuesto, los enfrentamientos entre manifestantes y las fuerzas del orden, así como el daño en la infraestructura pública y privada, no se limitan a nuestro ámbito cercano, pues hechos similares se han registrado en España, Hong Kong, Irak y Líbano, por mencionar algunos.
Mirar a decenas de miles de personas rechazando las acciones de un gobierno de derecha y a otros tantos miles las de uno de izquierda da pie para también escuchar cómo unas afirman que la culpa es del Fondo Monetario Internacional mientras otras otras acusan al Foro de São Paulo.
Costa Rica, Haití, Honduras y México son puntos que de igual manera afrontan tensión en su gobernabilidad, mientras que Argentina ha abierto un compás de espera merced a la respuesta de esta semana en las urnas, cuya mejor descripción da Gustavo Berganza al tuitear: «Caprichosos los argentinos. Para sacar a un gobierno que no logró sacar al país de la crisis económica votan por los representantes de un gobierno que los metió en esa crisis económica».
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Frente al panorama descrito, es recomendable que la administración del mandatario electo, Alejandro Giammattei, y la sociedad guatemalteca analicen ese entorno y sopesen la reflexión que abre esta columna, situándose en el chapinísimo «esto es pan para tu matate».
Y es que a partir del 14 de enero de 2020 comenzará a correr el tiempo de decisiones por parte de quien logró alinear los astros y contra los pronósticos iniciales terminó con un contundente éxito en los comicios de segunda vuelta.
Guatemala se ubica en una franja estratégica desde el punto de vista político y comercial. Se relaciona con todos sus homólogos de este lado del planeta y con los más determinantes del resto. Sus vecinos del norte inciden en la mayoría de los indicadores y los del sur van y vienen, por lo que la agenda nacional incluye incisos vinculantes con ellos.
Como el mango de la sartén será tomado por Giammattei, lo primero que debe conocer cada quien es la guía de él y del partido Vamos por una Guatemala Diferente: el Plan de Innovación y Desarrollo (Planid). «Estoy convencido de que nuestro país puede salir adelante [...] podemos lograr una convivencia en paz y armonía; podemos aprovechar las oportunidades de construir una sociedad en la que nuestras familias crezcan y alcancen su felicidad», suscribe el referido en la introducción del documento.
En las páginas de la 11 a la 215 se explican los fundamentos ideológicos, la visión y los pilares que delinean qué harán entre 2020 y 2024. Obviamente, figuran salud, educación, trabajo, migración, seguridad, infraestructura, salarios, etcétera. Por ello es oportuno repasarlo, como también tener a la mano cómo estamos con el FMI y saber más del Foro.
Queda entonces dirigir ojos y oídos hacia la amplia vecindad continental y no ignorar la próxima elección en Estados Unidos, pues en Guatemala lo que pasa no es por orfandad, sino por una gran paternidad o por amistades con derecho. Tampoco debe echarse en saco roto lo expuesto por Marta Lagos, directora de Latinobarómetro: «Somos la región más desigual de la Tierra, más desconfiada y penetrada por la corrupción; esos tres elementos definen la crisis actual».
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